Para mí, Don Quijote de la Mancha no sólo es un famoso
personaje literario. También es el protagonista de una magnífica
parábola sobre la existencia de los mortales, escrita sin pretenderlo
por la genial pluma de Don Miguel de Cervantes.
Don Alonso Quijano, el Bueno (antes de entregarse a su
lectura adictiva), se transforma en Don Quijote después de darse a leer
libros de caballería "los ratos que estaba ocioso —que eran los más del
año—... con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el
ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a
tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fanegas de
tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer , y,
así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos...".
Este hombre que confunde molinos de vientos con gigantes
y alancea rebaños por considerarlos amenazadores ejércitos de enemigos,
podemos juzgarlo loco de remate y hasta provocarnos una sonrisa desde nuestra
supuesta cordura.
Él contempla un mundo irreal de malvados brujos y
endiablados
encantamientos. Don Quijote piensa que la aventura digna del héroe no es otra que
combatir un mal que nadie más que su imaginación percibe.
Pero, ¿hay tanta distancia entre él y nosotros?
Las historias contadas desde el pánico y las que me
empujan a la preocupación obsesiva o al miedo , no difieren en
mucho de las del personaje cervantino.
El síndrome de D. Quijote no es una loca creencia del
ayer. Todavía hoy son muchos los que sufren al condicionar su existencia
con fantasías que nunca fueron ni serán.
Cómo caer en tal disparate ha quedado apuntado más
arriba.
El primer paso que conduce a la errónea visión mortal es
"estar ocioso". No confundir ocio con descanso. Ocio es no estar ocupado,
no hacer. Descanso es la actividad eterna de Dios.
Esto trae a la memoria, lo contado por Mateo en el
capítulo 12, versos 44-45. Aquél que el error invade su casa (la
conciencia) después de tenerla desocupada, no habitada con la verdad..
Este es el segundo paso. Dejar que los pensamientos
descabellados llenen nuestra conciencia y nos sumerjan en un sueño que
casi siempre acaba en pesadilla.
La verdadera aventura no es la Don Quijote combatiendo
males y enemigos imaginarios. Sus infatigables amigos, el barbero y el
bachiller ,son los auténticos héroes. Los que no descansarán hasta
descabalgarlo de la locura y hacerle entrar en razón.
La cruzada quijotesca contra los dragones de cada época
es algo sin sentido. La empresa que el mundo necesita es devolver a la
mortalidad el juicio, sacar a la luz la única inmortalidad (Ciencia y Salud 335:24-27). Y eso se
logra siendo sólo consciente del Bien infinito que la Mente siempre
contempla y manifiesta.
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