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jueves, 20 de julio de 2017

¡TALITA KUMI!


Para muchos observadores la humanidad está postrada y agonizante en su conjunto.
Incluso a diario, nuestros sentidos físicos registran individuos en extrema y varia necesidad.
Los remedios ofrecidos por los gobiernos, las teorías científicas, las filosofías y religiones no consiguen levantar al caído o al que ya está al borde del desfallecimiento.
Tan desalentador cuadro suscita en mí el recuerdo de otro.
Jairo, un padre acude a Jesús, agobiado por la trágica situación de su hijita. Se impone la urgencia y se ponen en camino a través de las estrechas callejas de Cafarnaúm. Pero algo les detiene. Aprovechando los apretones de la aglomeración una mujer movida por la fe se ha atrevido a rozar con su mano al joven maestro nazareno. Jairo está impaciente. Pero Jesús quiere saber quien le ha tocado. Aclarado el suceso, llega la noticia temida. La niña ha muerto. ¿Para qué ir? Pero el hombre cuya voluntad, conciencia y todo, es el Cristo,  no percibe ningún cambio. Por lo que la gente se burlará del “sabio profeta”.
Para Jesús, pese a que toda una secuencia de noticias, declaraciones humanas y acontecimientos se sucedan, sólo hay una realidad permanente e inmutable: la creación del Padre que se mantiene buena, reflejando por entero la perfección divina, la plenitud, la armonía y la vida. Y por eso hace despedir a los que velan la muerte y se burlan de la verdad espiritual y única.
Y para nosotros no hay “suspense” en la historia. Sabemos el final. La respuesta al "Talitha Kumi" es la manifestación de la vida, antes tapada por el sudario ilusorio de la creencia en la muerte.
En este relato hay mucho que empuja a reflexión.
1º Ante el cuadro tentador, Jairo acude a un hombre. Pero Jesús sabe que es al Padre a quien clama auxilio. Jesús actúa sin la presión de la responsabilidad. Todo está ya hecho bien por el Principio divino. Y esa perfección no tiene fecha de caducidad. Porque la realidad no está en el tiempo sino en la eternidad.
2º El maestro acude a corregir el error sin nerviosos apresuramientos nacidos del temor a otras fuerzas opuestas al Bien único y todopoderoso.
3º La curación, manifestación de lo bueno y disolución de las ilusiones no es limitada. Se da simultáneamente. Cuando el Sol se alza sobre la tierra no ilumina trozo a trozo, sino que todo lo expuesto a la luz recobra los colores y brillantez que la oscuridad ocultó pero nunca pudo destruir.
4º La mujer curada en el camino es una hemorroísa, una mujer considerada impura y que contamina todo lo que roce y a quien toque. Pero cuando se está anclado en el Cristo, sólo es el Bien lo que se transmite o contagia.

5º Para que la vida surja con alegre claridad hay que despejar el escenario de todo lo que lo oscurece. Las plañideras y los aferrados al error han de ser despedidos.
6º Sólo pueden permanecer los que portan al Cristo con la radicalidad del practicista Jesús o los que como los padres conservan un amor confiado que desea que la Verdad sea Verdad.
La aceptación del Cristo a la manera de Jesús es lo que impide que la mentalidad del mundo (mente mortal) nos aprese con la sugestión mentirosa que nos hace ver real lo que sólo puede ser irrealidad.
Para poder sanar a mi entorno me invito a yacer en la cama de la niña y estar a la escucha del Cristo que siempre viene a mí diciendo: “Hombre, a ti te hablo, levántate”.
Porque vivir o volver a la vida no depende de voluntad propia. Es la obediencia al mandato de vivir levantado, elevado.
Es decir, con mentalidad espiritual, manifestada en pensamientos espirituales y no materiales.

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