Siempre lo es.
Aunque se repita “tengo mucha fe”.
Es la proclamación de la soledad y de la impotencia ante una amenaza.
Franquearle la entrada en la conciencia es confesar la realidad de esa siniestra ilusión que se llama Mal. Es afirmar su poder sobre el Bien. Incluso admitir implícitamente la inexistencia de Dios (al menos en la práctica).
Y eso, también es aplicable a la preocupación (forma más “civilizada” de sobrellevar nuestro miedo en el mundo actual).
Albergar esos sentimientos es situarse en un terreno del que ya se ha exiliado a Dios, el Bien.
Es la proclamación de la soledad y de la impotencia ante una amenaza.
Franquearle la entrada en la conciencia es confesar la realidad de esa siniestra ilusión que se llama Mal. Es afirmar su poder sobre el Bien. Incluso admitir implícitamente la inexistencia de Dios (al menos en la práctica).
Y eso, también es aplicable a la preocupación (forma más “civilizada” de sobrellevar nuestro miedo en el mundo actual).
Albergar esos sentimientos es situarse en un terreno del que ya se ha exiliado a Dios, el Bien.
Y asentados en ese desierto de oscuridad, no extraña que la respiración se
entrecorte y la armonía se convierta en caos.
Repetir “Yo creo en Dios” mientras se tiembla sacudido por el pánico es un inútil mantra sin sentido. Porque esa fe está vacía de comprensión.
Creer es reconocer la presencia “aquí y ahora” de una realidad (la única) que está siempre operativa.
Comprender que Dios es el Amor. Y que es uno conmigo sin interrupción.
Aceptar que tome el control total de mi existencia. Y así darme la oportunidad de experimentar su Poder.
Escrutar día a día las señales de su benéfica compañía y atesorar la memoria de sus caricias.
Estar atento y dispuestos a descubrirlo en el eterno tic-tac de nuestra existencia.
Entonces todo cambia, se “revela”. Como cuando la Tierra vuelta al sol en cada aurora viste de colores nuestro horizonte, y la oscuridad se desvanece con cada beso del Sol.
Lo que nos asusta es sólo el “negativo” de la luminosa manifestación del Bien infinito.
Y es que si “el miedo es ateo”, el Amor (su contrario) es el mismo Dios.
Repetir “Yo creo en Dios” mientras se tiembla sacudido por el pánico es un inútil mantra sin sentido. Porque esa fe está vacía de comprensión.
Creer es reconocer la presencia “aquí y ahora” de una realidad (la única) que está siempre operativa.
Comprender que Dios es el Amor. Y que es uno conmigo sin interrupción.
Aceptar que tome el control total de mi existencia. Y así darme la oportunidad de experimentar su Poder.
Escrutar día a día las señales de su benéfica compañía y atesorar la memoria de sus caricias.
Estar atento y dispuestos a descubrirlo en el eterno tic-tac de nuestra existencia.
Entonces todo cambia, se “revela”. Como cuando la Tierra vuelta al sol en cada aurora viste de colores nuestro horizonte, y la oscuridad se desvanece con cada beso del Sol.
Lo que nos asusta es sólo el “negativo” de la luminosa manifestación del Bien infinito.
Y es que si “el miedo es ateo”, el Amor (su contrario) es el mismo Dios.
Always. Although it may
repeat “I have great faith”.
It is the declaration of loneliness
and of hopelessness when facing a threat.
Letting fear enter our consciousness
is acknowledging the reality of that sinister illusion
called Evil.
It is asserting its
power over Good.
It is even admitting, implicitly, the
non-existence of God (at least in practice).
And all this is also applicable to
worry (a more “civilized” form of coping with our fear in
the present world).
Cherishing those feelings is placing
oneself on a terrain from which God, Good, has already been
banished.
Settled in this desert of darkness,
no wonder breathing is irregular and harmony becomes chaos.
Repeating “I
believe in God” while trembling, shaken by panic, is a useless chant
without meaning. Because that faith is empty of understanding.
Believing is acknowledging
“here and now” the presence of a reality (the only one)
which is always operative.
It is understanding that God is Love.
And that Love is one with me without interruption.
It is accepting Love’s taking full
control of my existence. And thus giving me the
opportunity to feel its Power.
It is exploring day after day the
signs of its beneficial company and cherishing the memory of its
embraces.
It is being alert and willing to find
God, Good, in the eternal tic-tic of our existence.
Then everything changes, everything
is “revealed”. As when the earth orbits the sun and in each
dawn the latter colours our horizon, and darkness vanishes at the kiss
of sunshine.
What scares us is only the
“negative” of the radiant manifestation of infinite Good.
Because if “fear is an atheist”, Love
(its opposite) is God Himself.
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