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domingo, 9 de julio de 2017

NO HAY QUE ESPERAR


¡Nada! No hay que esperar.
Ni bueno ni malo.
En metafísica hay que ser radical.
Esperar lo malo es padecer la irreal pesadilla.
Pero esperar lo bueno es anclarse un poco más en el tiempo y poner distancia con la eternidad.
Cuando el orar no nos descubre el Bien infinito donde Todo está, puede ser porque todavía esperamos. Lo que supone la errónea afirmación de no tener “ahora” algo necesario.
Entonces la esperanza con parecer positiva colabora en la construcción de un espacio de carencia.
La Verdad es una y única. Y se resume en tres palabras: “Dios es Todo”.(1) Sólo es el Bien. Y eso es “ya”.
Por tanto, “ahora” sólo hay Cielo.
Esperar es decir que estamos fuera. En la Nada.
Pero estar consciente es no esperar ni desesperar. Es saber que todo ya es. Las sombras que sugieren necesidades, ellas mismas están privadas de identidad, causa y efecto.
Al revés te lo digo para que lo entiendas”. Ese refrán español me traduce los testimonios de carencias que tientan a diario. La armonía sin fin, la bendición continua y el invencible gobierno del Amor es lo que ellos balbucean.
Hay que reconocer donde estamos. En la infinita y perfecta provisión, seguridad, bondad, sabiduría, justicia… Y reconocer significa agradecer. Por eso la gratitud nos sitúa siempre en la Verdad.
“Ya” estamos en todo lo bueno que un falso sentido de realidad nos hace desear o añorar.
Esperarlo es situarse en la mentira, inhóspito terreno donde la verdadera felicidad siempre se demora.
Mejor es tomar conciencia de nuestra actual e indisoluble unión al Ser que llamamos Dios, y que es el Bien eterno e infinito.
Y no lo olvidemos:
La oración no es explicitar deseos que confiamos obtener, sino escuchar como los ángeles nos recuerdan nuestro ilimitado, y sobre todo, presente patrimonio.

( (1) No y Sí, 30:12 “La ley de Dios se resume en tres palabras: ‘Yo soy todo’;”

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