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sábado, 15 de julio de 2017

SIEMPRE HAY AGUA EN EL DESIERTO


O lo que es lo mismo: Siempre hay vida donde parece el hogar de la muerte.
La historia de Agar trenzada con la acción del Espíritu aporta grandes enseñanzas.
Ella se las tuvo que ver dos veces con el desierto y con la consiguiente necesidad de agua.
La causa siempre la misma: el conflicto.
Primero, Agar despreció a Sara.
Más tarde será su hijo Ismael quien se burle de Isaac, el cumplimiento de la Promesa.
Agar penetrará en el desierto, huyendo de su ama. Y junto a un pozo, sentirá la guía de Dios que le devolverá al campamento. Ella llamará a ese manantial “El pozo del Viviente que me ve”.
Su aventura en el territorio de la soledad, le aportó una importante experiencia. Sintió esa vez que incluso en la aparente sola inmensidad estaba la Mirada que nos cuida, la Presencia que nos habla, la Vida que se nos da.
Catorce años más tarde, según relata el Génesis, aparece de nuevo el desierto. Esta vez expulsada con Ismael por renovados problemas de convivencia.
Cuando las relaciones humanas no se basan en el amor todo conduce a un desierto, aunque nuestro campamento haya clavado sus tiendas en el oasis.
El odre de agua, que como viático, le fue dado ha agotado su última gota.
Agar presiente un final por sed. Sólo ve arenas ardientes y secas. Sus ojos están cegados por el dolor de sentirse excluida. El sentimiento de separación vela su mirada, presentándole un desierto sin horizonte.
Pero Dios sigue siendo el que ve, el que oye, el que guía, el que nunca se ha separado de la humanidad.
Y hay respuesta al llanto del muchacho y a la desesperada angustia de la madre.
Pero “El viviente que nos ve” no tiene que improvisar pozos en el erial. Sólo abre los ojos de Agar para que vea que el “agua” (la Vida y el Amor), también ocupa –y siempre- hasta lo que nuestra miopía llama “valle de la muerte”.
Los pensamientos divinos –que llamamos “ángeles”-, limpian las lágrimas que impiden ver, y contradicen toda ausencia o separación del Padre-Madre en Quien vivimos.
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Ver Génesis: capítulos 16 y 21.

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