Ver lo que no hay es siempre más difícil que
apreciar lo existente.
No obstante estamos habituados a los
espejismos. Malacostumbrados a lo no fácil.
Incluso etiquetamos de “real” a la ilusión.
Constatar el error, la enfermedad y la muerte
parece más obvio y sencillo.
Lo que no refleja el “Dios Todo-en-todo” (CyS 468:12) se cuela en nuestra retina sin apenas esfuerzo. Y nos cerramos así a lo
auténtico.
Pero la Ciencia Cristiana acude en nuestra
ayuda. Ella instruye en el conocimiento necesario para disfrutar la felicidad.
Y al hacernos conscientes de la sempiterna, absoluta y total armonía posibilita
vivir la realidad.
Pero la inercia suicida del error, una vez
descubierto, levanta una barrera ante las verdades metafísicas. Esa
frontera espinosa alzada para impedirnos el goce del bien se apoya en la
siguiente afirmación: Vivir la Ciencia Cristiana, es empresa difícil.
Admitir esa declaración convierte el
demostrar su salvadora enseñanza en meta tan inalcanzable como un pico del
Himalaya.
Definir al descubrimiento de Mary Baker Eddy
como erizado de dificultad es una mentira de destructivas consecuencias. Porque
ante el sufrimiento, el conflicto y la miseria invita a una pasiva resignación.
Esa palabra, “difícil”, mantiene a la
humanidad esclava del pecado, la enfermedad y la muerte”.
Pero hay que insistir en la verdad. Lo fácil
es vivir la realidad de Dios y no en el engaño de la cruel fantasía del dolor,
la escasez y la soledad.
La descubridora de la norma de vida de Jesús
escribirá: “La Ciencia Cristiana es sencilla, y los niños la entienden
fácilmente; sólo el pensamiento educado en dirección opuesta la encuentra
abstracta o difícil de percibir”. ( Escritos Misceláneos 53:26 y siguientes.)
El maestro de Nazaret definió su enseñanza
como algo fácil y ligero de practicar. ( Mateo 11:29-30)
El error más funesto es creer que ver el
bien con los ojos abiertos es más difícil que experimentar el mal con los
párpados cerrados.
Hay que colocar cada cosa en su sitio. Eso
es discernir. Aceptar al Cristo es lo sencillo. Someternos a las mentirosas
leyes de la materia es lo difícil, aunque estemos acostumbrados.
La infancia todavía está libre de hábitos.
Por eso acepta con naturalidad la verdad de una creación bella y buena.
Habrá que seguir la recomendación de Jesús
de regresar a ese estado para ser gobernados por las leyes de la felicidad.
“Si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos”(Mateo 18:3).
La práctica de la Ciencia Cristiana con su
consecuente demostración no es difícil. Hay que insistir en ello. Hay que
establecer como verdad que eso es ...
"cosa de niños".
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