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jueves, 6 de julio de 2017

ES COSA DE NIÑOS


Ver lo que no hay es siempre más difícil que apreciar lo existente.
No obstante estamos habituados a los espejismos. Malacostumbrados a lo no fácil.
Incluso etiquetamos de “real” a la ilusión.
Constatar el error, la enfermedad y la muerte parece más obvio y sencillo.
Lo que no refleja el “Dios Todo-en-todo” (CyS 468:12) se cuela en nuestra retina sin apenas esfuerzo. Y nos cerramos así a lo auténtico.
Pero la Ciencia Cristiana acude en nuestra ayuda. Ella instruye en el conocimiento necesario para disfrutar la felicidad. Y al hacernos conscientes de la sempiterna, absoluta y total armonía posibilita vivir la realidad.
Pero la inercia suicida del error, una vez descubierto, levanta una barrera ante las verdades metafísicas.  Esa frontera espinosa alzada para impedirnos el goce del bien se apoya en la siguiente afirmación: Vivir la Ciencia Cristiana, es empresa difícil.
Admitir esa declaración convierte el demostrar su salvadora enseñanza en meta tan inalcanzable como un pico del Himalaya.
Definir al descubrimiento de Mary Baker Eddy como erizado de dificultad es una mentira de destructivas consecuencias. Porque ante el sufrimiento, el conflicto y la miseria invita a una pasiva resignación.
Esa palabra, “difícil”,  mantiene a la humanidad esclava del pecado, la enfermedad y la muerte”.
Pero hay que insistir en la verdad. Lo fácil es vivir la realidad de Dios y no en el engaño de la cruel fantasía del dolor, la escasez y la soledad. 
La descubridora de la norma de vida de Jesús escribirá: “La Ciencia Cristiana es sencilla, y los niños la entienden fácilmente; sólo el pensamiento educado en dirección opuesta la encuentra abstracta o difícil de percibir”. (Escritos Misceláneos 53:26 y siguientes.)
El maestro de Nazaret definió su enseñanza como algo fácil y ligero de practicar. (Mateo 11:29-30)
El error más funesto es creer que ver el bien con los ojos abiertos es más difícil que experimentar el mal con los párpados cerrados.
Hay que colocar cada cosa en su sitio. Eso es discernir. Aceptar al Cristo es lo sencillo. Someternos a las mentirosas leyes de la materia es lo difícil, aunque estemos acostumbrados.
La infancia todavía está libre de hábitos. Por eso acepta con naturalidad la verdad de una creación bella y buena.
Habrá que seguir la recomendación de Jesús de regresar a ese estado para ser gobernados por las leyes de la felicidad.
“Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”(Mateo 18:3).
La práctica de la Ciencia Cristiana con su consecuente demostración no es difícil. Hay que insistir en ello. Hay que establecer como verdad que eso es ...
"cosa de niños".
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