Me dices que te cuesta infinito el ver a esa persona
"como
Dios la ve”
Y te comprendo desde el camino de la materia al espíritu en donde yo
también soy peregrino.
Ver con el sentido mortal, lo que sólo es en la única realidad, la de
Dios, es un acto esquizofrénico. Es experimentar una doble personalidad
y
situarse en la frontera de la locura humana.
Jesús se había despojado de la visión limitada y
así
todo le era posible.
Pero, ¿por qué? La explicación nos la da el evangelio de Juan.
El maestro de Nazaret es consciente de su inseparable unidad con el
Padre. “…como tú, Padre, en mí y yo en ti” (Juan 17:21).
Ese es el secreto del todo. Reconocer que nuestra identidad es “ser en
el Uno”. No somos “un verso suelto” de la creación.
Hace un rato se me cayó el bolígrafo con el que escribía. Y mi mano lo
recogió al instante. ¿Lo vio la mano? ¡No! Fueron los ojos los que lo
descubrieron.
No tuve que esforzarme en dar vista a esa parte de mi cuerpo.
¡Pero el ojo y la mano están tan juntos! No se sienten extraños. Y la
mirada es la que guía.
Ni mis pies, ni mis manos se quejan por no ver, sino que aceptan la
indicación.
La solución no es cambiar una visión material fea,
por otra
hermosa. Sino contemplar la realidad espiritual desde la única
Mente, al ser consciente de esa unidad indisoluble con el Espíritu.
¿Difícil? Me consuela y reconforta el saber que ese gran practicista
llamado Jesús ya nos dio tratamiento:
“No ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en
mí por la palabra de ellos, para
que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti.”
(Juan17:20 y 21) Él ya ha orado por mí
y por todos,
desde la gran pureza del Cristo.
Por eso,
al igual que Lázaro fue resucitado, yo también confío experimentar
un día
la
unidad que constituye lo que en realidad soy.
0 comentarios:
Publicar un comentario