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lunes, 31 de julio de 2017

LAS MANOS NO VEN


Me dices que te cuesta infinito el ver a esa persona "como Dios la ve”
Y te comprendo desde el camino de la materia al espíritu en donde yo también soy peregrino.
Ver con el sentido mortal, lo que sólo es en la única realidad, la de Dios, es un acto esquizofrénico. Es experimentar una doble personalidad y situarse en la frontera de la locura humana.
Jesús se había despojado de la visión limitada y así todo le era posible.
Pero, ¿por qué? La explicación nos la da el evangelio de Juan.
El maestro de Nazaret es consciente de su inseparable unidad con el Padre. “…como tú, Padre, en mí y yo en ti” (Juan 17:21).
Ese es el secreto del todo. Reconocer que nuestra identidad es “ser en el Uno”. No somos “un verso suelto” de la creación.
Hace un rato se me cayó el bolígrafo con el que escribía. Y mi mano lo recogió al instante. ¿Lo vio la mano? ¡No! Fueron los ojos los que lo descubrieron.
No tuve que esforzarme en dar vista a esa parte de mi cuerpo.
¡Pero el ojo y la mano están tan juntos! No se sienten extraños. Y la mirada es la que guía.
Ni mis pies, ni mis manos se quejan por no ver, sino que aceptan la indicación.
La solución no es cambiar una visión material  fea, por otra hermosa. Sino contemplar la realidad espiritual desde la única Mente, al ser consciente de esa unidad indisoluble con el Espíritu.
¿Difícil? Me consuela y reconforta el saber que ese gran practicista  llamado Jesús ya nos dio tratamiento:
“No ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,  para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti.” (Juan17:20 y 21)  Él ya ha orado por mí y por todos, desde la gran pureza del Cristo. Por eso, al igual que Lázaro fue resucitado, yo también confío experimentar un día la unidad que constituye lo que en realidad soy.

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