“¡Engrandeced al Señor!”
Se lee en el libro del Deuteronomio
y en otros lugares de la Biblia.
Pero, ¿qué significa eso?
¿Acaso el hombre es capaz de hacer
a Dios más eterno?
¿O más verdadero o más infinito, o..?
Para encontrar la respuesta, la óptica me ofrece su ayuda.
Una gran
montaña, según la distancia, puede aparentar que es un montoncito de rocas. sin ninguna
relevancia.
Pero al acercamos parece
crecer.
Porque siempre fue enorme y nunca dejó de serlo.
Sólo la lejanía la empequeñece para una errónea percepción.
Así que engrandeced al Señor es sentirlo
sin nada que nos separe.
En su única realidad.
En su única realidad.
Tal como lo expresaba
San Agustín:
“...porque tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío
y más elevado que lo más sumo mío‘. (Confesiones III, 6, 11).
Engrandezco a Dios cuando soy consciente de su íntima presencia.
Todo Él en mí y yo en Él.
Entonces, experimentando Su cercanía no sólo
conoceré Su amoroso Poder, sino también me reconoceré como Su imagen infinita y perfecta..
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