La
historia es de sobra conocida.
La Sra.
Eddy acude a una llamada.
El cuadro
de una enferma agonizante la paraliza por segundos.
Entonces
aparta la mirada y exclama: “Perdón, por fijarme en la
materia”.
En mi
propia experiencia diaria cuantas veces tendría que reclamar esa
corrección.
Los ojos
mortales descansan casi de continuo en la materia.
Y ella es
el horizonte limitante de nuestro caminar.
No nos
extrañe que en cierta forma todo parezca agonizar en nuestro entorno.
Hemos de
elevar la mirada y que sólo descanse en la realidad.
Es decir,
en el Espíritu y su manifestación espiritual.
No
dejarnos atrapar por ese mentiroso espejismo.
A menudo
el mundo se contempla desde una visión altamente miope.
Y por eso
“vivimos” (más bien "morimos") en un escenario de carencias.
Sólo el
Amor descubre la Verdad de la Perfección "donde estamos y somos".
Observando
la materia nunca percibiremos el progreso. Ni la curación, ni la sustancia
inagotable que nos sostiene y vivifica.
Porque
sólo es el Espíritu.
La materia
es la vacía esencia de la nada.
No
aceptemos las visiones que nos entristecen, atemorizan y desesperan.
Todos
necesitan la perspectiva adecuada. La del Amor.
Porque
sólo ella restituye a la autentica condición, exorcizando todos los tristes
miedos y límites asfixiantes.
Sólo en el
Bien infinito y eterno nos sentimos cómodos.
Y la
materia nunca será la dueña de esas coordenadas ilimitadas.
La Sra.
Eddy, fue avisada pronto de su error. Funcionó la alerta.
Corrigió
la mirada y la enferma se restableció.
Ese es el
camino. Esa fue la práctica del Maestro. (Ciencia Y Salud
476:34- 477:4)
Ese es
nuestro quehacer.
Volvernos
al Espíritu, el Bien-en-todo, siempre que experimentemos la visión del pecado,
la enfermedad y la muerte.
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