-
Reverendo Padre, cada vez que sopla Levante, los novicios abarrotan la Enfermería
con terribles jaquecas.
-
Pues que el herrero clave la veleta, cara al Norte.
La extraña receta resultó curiosamente sanadora. Fui testigo de ello.
Nunca más el gallo de hierro señaló viento malo y la joven comunidad se
libró de dolores.
Tu pedido de ayuda me ha desempolvado este “surrealista” recuerdo.
Me escribes: Me siento triste y no sé por qué. Temo que ese
sentimiento me impida disfrutar este día.
Por eso te respondí rápido que no nos dejemos influir por lo de “fuera”.
Por lo que señala la veleta. Por lo que no somos ni son.
Una imagen sólo puede experimentar lo que es el modelo. Otra cosa es
sueño.
Y Dios no ha cambiado durante esta noche. Ni lo alterará lo que puedan
decir la prensa, la radio o la televisión, o los sentidos siempre
confusos.
Él no depende de la nada. Y
nosotros tampoco.
Para saber qué me espera hoy no tengo que consultar canales
meteorológicos al despertar. Tampoco tengo que clavar la veleta. Sólo
fijar mis ojos en un único punto cardinal. Mirar siempre en la misma
dirección: Dios bendiciendo y colmándonos de Amor.
Él es mi Norte.
No tengamos miedo ni dudemos.
Porque el “ahora” está cargado de infinitas y
amorosas bendiciones.
Sólo abramos
alegres y confiados nuestro corazón.
0 comentarios:
Publicar un comentario