Nunca he de aguardar el mal. Y tampoco lo bueno.
Porque el bien ya es.
Introducir la esperanza, aunque la considere una virtud, me enreda más que ayuda.
Porque al introducir "el tiempo", coordenada indispensable de la materia, me saca de la armoniosa realidad.
Y me sitúa en un limbo de necesidades no satisfechas.
Me equivoca sobre mi verdadero y actual patrimonio.
Porque ya lo tengo todo. Sólo que he de percibirlo con el Alma y no con los sentidos.
Ignorarlo es buscar fuera el Todo que siempre es dentro.
Esperar es creer que aunque sea por un único momento, el Todo deja de ser completo en algún lugar de la infinita realidad .
No esperemos. Sepamos que siempre somos el Bien.
lunes, 20 de marzo de 2017
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