Son dos
relatos míticos. Pero su comparación ofrece una saludable y práctica
guía de actuación.
Ninguna
catástrofe como un diluvio universal. Es como si el salmo 46 se
inspirara en los tintes sombríos y amenazantes de esa narración bíblica.
Sin
embargo, el hombre que escucha la Mente no ha de temer. Ni siquiera
preocuparse. Dios lo ha hecho salvo y lo mantendrá así por siempre.
Él le
suministra toda la información para construir un Arca. Noe es guiado.
Como dice el Salmo “sólo debe estar quieto” para conocer la acción de
Dios.
Pero
estar quieto no es estar pasivo. Es escuchar en quietud y dejarse guiar.
Eso es obedecer: gozar la experiencia salvadora de un Amor que nos
conduce seguros a través de valles de sombra.
La
Mente comunica todos los detalles del Arca. Noe no tiene que hallar
fórmulas o crear recursos “propios”, sino escuchar en quietud, es decir,
en confiada paz.
En
contraposición, los de Babel han olvidado “el cómo” fueron salvados del
diluvio. Sólo se acuerdan de la destructora inundación.
Hoy
muchos se les parecen. Cuando sólo guardan memoria de sus problemas. Eso
hunde más y más en la pesadilla del error. Y es una actitud muy
contraria a la de recordar el Bien, les decir, a la gratitud.
Agradecer es recordar, hacer presente de nuevo, al Amor que nos despertó
del sufrimiento de aquella enfermedad o de aquella otra falsa carencia.
La
acción de gracias nos devuelve a la Realidad. Rememora la eterna
victoria de la Armonía frente a toda clase de caos. Nos hace estar
quietos y escuchar de nuevo a la Palabra siempre creadora de Bien.
Los de
Babel sólo recuerdan sus diluvios. No el que fueron salvados al escuchar
a la Mente. Olvidan el mandamiento “No tendrás otros dioses (poderes)
además de Mí.”
Y temen
a esos poderes.
Al
único Todopoderoso se le ama porque es el Bien. A los otros ilusorios
“poderes” se les teme porque son el mal.
Los de
Babel, al ignorar el Bien comienzan a construir su torre de salvación.
Intentan defenderse del mal “solos”, separados de la guía de
Dios, de espalda a su Palabra.
Los de
Babel, olvidando las obras de Dios, atienden sólo a unas inconsistentes
mentes que confunden con la Única y así sólo construyen un espacio de
confusión, algo peor que la inundación.
Noé
estando quieto, escucha a su Mente y construye su espacio de salvación.
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