El sol aun no había escalado a lo más alto. Pero en
el jardín lucía la primavera. El veterano practicista ataba a la celosía
sus rojizos rosales trepadores.
Le pregunté qué hacía y su respuesta me resultó
paradójica.
-Desato.
Y ante la sorpresa de mis ojos, aclaró: Ayudo al
mundo con mi oración.
Después entendí.
El poder de atar y desatar es un don. En Mateo
18:18, Jesús de Nazaret informa de esa entrega que implica un ejercicio
con correspondencia trascendente.
¿Lo ejercemos?
¿Qué es “atar y desatar”? La contestación erudita
sería muy amplia. El ejemplo del Maestro facilita la comprensión
práctica.
Lucas nos habla de una mujer atada por la
enfermedad durante dieciocho años. Y cómo Jesús sienta cátedra frente a
la hipocresía, al liberarla: “Y a esta hija de Abraham, que Satanás
había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en
sábado?” (1)
Atar puede ser una buena acción si refuerza la
conciencia de unidad indisoluble con Dios. O una cruel ilusión, producto
del no escuchar a quien tiene “palabras de vida eterna”. Sordera que
deja sitio a las sugestiones de la mente mortal se llame “serpiente”,
“dragón”, “tentador” o Satanás.
Desatar es romper las limitaciones. Devolver a lo
infinito que siempre será armonioso, porque nunca se puede atar.
Librar de las ligaduras se ha interpretado por
perdonar. Es bien sabido que el perdón libera del peso paralizante de la
culpa.
Facilita el regreso a la casa del Padre.
Mary B. Eddy saca a la luz el tesoro escondido en
la petición del Maestro “Perdona nuestras deudas como nosotros
perdonamos…”
Ella añade “El Amor se refleja en amor”. (2)
En otra parte advierte: “Si lográis eliminar el
temor por completo, vuestro paciente queda sano” (3)
El miedo es la atadura. Que desaparece al aplicar
su antídoto: “El perfecto amor expulsa todo temor”.(4)
Al desatar o perdonar, se refleja la alegre y
liberadora claridad del Amor.
Con sus palabras mi compañero, jardinero ocasional,
había descubierto su bella actividad y enseñado con su práctica. Estaba
disolviendo la oscuridad y despertando al mundo, mientras arreglaba la
rosaleda.
Aquella mañana me enseñó como destruir las cadenas
del miedo. Sólo había que acariciar con el pensamiento a quien aparece o
se cree en la indigencia, condenado o al margen de Dios.
El tratamiento espiritual es sólo eso: iluminar todo, mientras discurre el
día del Señor, con la mirada amorosa de la Mente.
(1) Lucas 13:10-17
(2) Ciencia y Salud 17:9 (3) Ciencia y Salud
410:36 (4) 1 Juan 4:18
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