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lunes, 20 de marzo de 2017

MIRANDO EN LA DIRECCIÓN ADECUADA


La foto que acompaña estas líneas pertenece al “Caminito del Rey”, un paso construido en las paredes del Desfiladero de los Gaitanes, en mi provincia natal, Málaga, no lejos de donde ahora vivo.
De niño fui con mi colegio a ese lugar. No olvido el miedo que me tuve que tragar para recorrer los casi tres kilómetros del estrecho y elevado sendero.
Al reflexionar hoy sobre mi infantil “hazaña” reparo que para caminar no se necesita una anchura más amplia. Y en otras ocasiones, por supuesto,  he estado por alturas que superaban con creces los 700 metros de ese desfiladero.
¿Por qué aquel pánico y aquellos sudores? La respuesta es sencilla: "no miraba hacia donde debía".
Esta mañana al pasear observe que rara vez miraba hacia abajo. Siempre llevaba la vista al frente. Por otra parte es lo normal.
Pero entonces sí sentí la atracción del abismo. Era como si me hipnotizara al tiempo que me paralizaba hasta la respiración. Ni siquiera podía dar un paso.
Hasta que el profesor me gritó: “¡Pepito, no mires abajo, sólo hacia adelante!” Obedecí y reinicié mi marcha. Con más seguridad cada vez. Comprobé  que no haciendo caso a la sima, ella no tenía poder sobre mí.
Hoy, el recuerdo me aporta explicaciones  y me inspira. Cuando nos experimentamos impotentes, incapaces, sin solución y con miedo es señal segura que no miramos en la forma correcta.
Entretener nuestra vista en lo que no es Dios y su idea, es caer en la hipnosis que nos arrastra a un vacío sin ningún poder.
La baranda de seguridad donde aferrarse es lo que constituye  la realidad: la sempiterna totalidad del Bien.

Mirando en la dirección adecuada y sin curiosear lo que no es nuestra ruta, llegaremos sin problemas a disfrutar de la meta.

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