La bendición
de Dios no es limitada. Aunque los pueblos antiguos así lo creyeran. Es
infinita.
No está
restringida a unos pocos. Por el contrario, es universal. “Lo vio todo
bueno” (1).
Tampoco se
merece ni se consigue por medios humanos. ¡Es gratuita!
Jacob
creyendo lo primero, temiendo lo segundo, invirtió lo tercero y se
empleó en arrebatársela a su hermano primogénito.
Por eso
recibió un nombre con una etimología que es toda una alerta al peligro.
Porque no es
muy alentador vérselas con un “Suplantador”, o un “Mentiroso”, o alguien
considerado el “Obstáculo” (el que pone tropiezos). Esos son los
diversos significados del nombre que en castellano hemos traducido por
Jacobo, Diego, Jaime o Santiago.
Ya compitió
con su hermano al trabarlo del pie para nacer primero. También pretendió
comprarle la bendición con el chantaje de un plato de lentejas. Y
finalmente le suplantó con alevosos engaños para recibir las ricas
promesas de su padre Isaac.
Jacob siempre
consideró que la bendición de Dios era algo que uno tenía que
procurarse, por cualquier medio posible, ya fuera honrado o deshonesto.
Pero llegó la
hora de Peniel. Nuestro “protagonista”, enriquecido por sus astucias y
estratagemas, teme encontrarse con su hermano Esaú que ya viene hacia él
con numerosa e inquietante compañía: cuatrocientos hombres armados.
Toda la noche
la pasa en oración. Es un oscuro combate lo que se libra en su
conciencia. Los pensamientos de temor se resisten al Ángel o pensamiento
de Dios.
Llega el alba
pero no la calma. Y el tiempo del encuentro se acerca como el Sol se
levanta por el Este.
Jacob tentado
por el miedo, se aferra al pensamiento divino (2). Y entonces, sin
acción alguna de su parte, como un regalo, es bendecido.
Y le cambian
el nombre. No es su logro ni su esfuerzo. Todo es por gracia. El efecto
de la auténtica oración que es aceptar el mensaje de Dios con todas sus
consecuencias.
Para un judío
el nombre encierra la identidad de quien lo lleva.
El
suplantador mentiroso y obstáculo para el vivir en paz se convertirá en
Israel (el que luchó con Dios y los hombres y venció). Porque cuando
alguien atiende al pensar de Dios, éste expulsa el pensar del miedo, al
padre de la irrealidad, y se le regala la victoria.
De esa
oración eficaz surge el hombre nuevo y bendecido.
Y al
negársele el nombre del Altísimo (3), se contentará con bautizar el
escenario de tan trascendente acontecimiento como Peniel, es decir, el
lugar donde vislumbró el rostro de Dios.
Es fácil descubrir que la
historia de Jacob no es sólo la de un patriarca de otro tiempo.
Mientras no despertemos como
hombres nuevos al alba de la exclusiva escucha divina, todos tenemos
algo o mucho de él.
Por eso necesitamos nuestro
particular Peniel.
(1) Génesis 1:31(2) Ciencia y Salud 495:17(3) La magia (que no la religión)
pretende saber el nombre de Dios en la extendida creencia que
conociéndolo pueden poner al Creador al servicio de quien lo invoca como
si fuera un poderoso “genio de la lámpara”)
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