-“¿Dónde
pongo la bufanda?”
Y a la pregunta,
vino la respuesta: “Cuélgala en el perchero”.
-“Es imposible.
Ya no tenemos perchero”.
Ese
intrascendente diálogo me proporcionó un práctico razonamiento.
Para estar, todo
necesita un apoyo, un piso, un asidero. El presunto mal también.
Si llega a mí y
no tiene creencia donde agarrarse, resbalará sin remedio.
Se impone, por
tanto, el examen exhaustivo de todo lo que mantenemos como verdades.
Porque si recibo
el pedido urgente de un paciente y continuo creyendo que el vecino es corrupto
o malintencionado, la sugestión errónea ya tiene donde apoyarse.
No importa que
parezcan sin relación. Tampoco son idénticos el abrigo y el perchero que lo
soporta.
Nada que huela a
mal o a sus efectos puede quedar en mi conciencia. Permitiría la instalación de
las ilusiones como si formaran parte de la realidad.
¿Pienso en
climas adversos…? ¿Clasifico los alimentos como más o menos indigestos…?
¿Considero que existe lo feo, lo defectuoso…? ¿Almaceno tristes recuerdos?
Me he de
entregar a una limpieza completa del pensamiento.
Incluso he de
reescribir mi historia. Conservaré sólo lo “real”. No importa que al principio
me quede como libro en blanco. Pronto la memoria se colmará de escenas
brillantes, amorosas y alegres como un canto de gratitud. Antes no las percibía
porque las ocultaba el velo de dolorosos ensueños.
Arrojar a la
basura de la nada, todo lo que testimonie imperfección es glorificar a Dios.
Mantener aunque
sea una insignificante fe en algo malo o con defecto, es confesar que Dios, el
Bien infinito, no es Dios.
Y ¿cómo recurrir
a Él si su divinidad está limitada?
Expulsar toda
creencia en lo opuesto al Bien, por nimia que sea, es condición indispensable
para la continua y completa protección.
Mary Baker Eddy
lo dice en expresión bella y absoluta: “Mantened la mente tan
llena de Verdad y Amor que el pecado, la enfermedad y la muerte no puedan
entrar en ella” (Miscelánea 210:1-3) .
Y la declaración
acaba con esta frase que me abraza fuerte a la auténtica “práctica”: “Y no
sólo vosotros estáis a salvo, sino que todos aquellos en quienes reposan
vuestros pensamientos también son por ello beneficiados” (Miscelánea
210:10-12).
Por eso, me
esfuerzo para que en mí nada quede donde el mal se pueda asir.
1 comentarios:
Muy inspirado Don Pepe, muchas gracias por expresar tanta claridad 🙏
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