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lunes, 12 de junio de 2017

EL ÚNICO QUEHACER


Puede que amanezcamos en un caos.
Enfermedad, desempleo, hambruna, ruina, catástrofe, conflicto, odio…
Y nos sintamos en un escenario amenazante.
¿Qué hacer?
¿Temer? ¿Preocuparse?
¿Caer en la trampa de un continuo y suicida enfrentar ese triste y envolvente horizonte?
¡Jamás!
Primero identificar. Etiquetar correctamente.
Todo lo percibido -¡todo!-  es sólo apariencia. Nunca substancia.
¿Cómo actuar?
Sólo conforme lo que somos: el reflejo de Dios.
Y como en el inicio del relato bíblico, es la divina actividad la que ha de manifestarse en nuestra experiencia.
En el principio, resonó una palabra. Se expresó un pensamiento. Y eso iluminó la creación eterna, hombre incluido.
 La luz sin esfuerzo, expulsó la oscuridad que ocultaba la universal perfección.  Y lo único, y siempre existente, fue nuevo, bueno e intacto.
Si hoy, en el ahora eterno, se eclipsan los soles, y las tinieblas de cualquier especie ocupan su lugar, no nos rindamos a la confusión o al miedo.
Nada hay que recomponer.
Ceder a los pensamientos de Dios es nuestra exclusiva actividad.  
Y atendiendo sólo a la Mente, se nos repetirá la maravilla del primer y sempiterno  día. 
Aquél  en que actúa el Señor derramando alegría y gozo.

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