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lunes, 26 de junio de 2017

TENER Y VER



Era un atardecer de invierno.  
Y yo muy niño.  Quizás tres o cuatro años.
Estaba con mi caja de botones. Mi juguete preferido. Unos de nácar, otros dorados, de madera, forrados…
Yo los ordenaba por tamaños y colores.
Mi madre cosía a mi lado. La lámpara del techo guiñaba.
De repente la luz se fue. Y comencé a llorar.
-Pepín, no tengas miedo. Es sólo un apagón. (Entonces eran frecuentes)
A lo que repliqué: No es por eso, mamá.
-Si no estás asustado. ¿Por qué ese gimoteo?
-Porque no veo mis botones.
-¡ Tontito! Aunque ahora no los ves, los sigues teniendo.
Y hoy, muchas décadas después lo he recordado. Cuando me hablabas de tus carencias.
Esas que te mantienen hundido en depresión.
Y yo te escuchaba negando.
Porque siempre tienes todo lo que crees necesitar.
De seguido te recordé la frase enigmática: “Al que tiene se le dará y al que no tiene, incluso lo poquito que pueda tener se le arrebatará” (Mateo 25: 29 "Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero en cuanto al que no tiene, hasta lo que tiene le será quitado").
Grave error la creencia de estar falto de bien, cuando se es el reflejo de Todo.  Como en realidad somos.
Tenemos todo lo sanamente deseable. Por muy imposible que parezca su obtención.
Tenemos todo.  Sólo que no lo vemos.
No hay que confundir “tener” y “ver”.
Porque se puede tener “los botones” sin verlos.
Es pensar su carencia lo que impide el gozo de su visión.
Y es “saber” que se posee por reflejo del Infinito Bien, lo que posibilita su feliz contemplación.
No lo olvidemos. Podemos decir “No los veo”.
Pero nunca afirmemos “No los tengo”. 
Sino todo lo contrario.




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