No son
sólo dos palabras.
Son dos movimientos.
Y dos resultados.
Babel
expresa el abajo arriba.
Pentecostés indica el arriba abajo.
La primera
es sinónimo de confusión.
La otra
sugiere comprensión y entendimiento.Recordemos
sus historias.
Babel.
Reunión de la familia de Noé tras escapar de la catástrofe gracias al
cuidado divino. Todo el antiguo mundo desaparecido bajo las aguas
diluvianas.
Excepto ellos acobardados por el pánico que les dura.
Pentecostés.
Un puñadito de galileos agrupados, bajo techo en "la habitación de
arriba". El líder se ha marchado. Tienen miedo.
Unos y
otros han recibido mensajes pacificadores.
Ya no habrá más diluvios, se
les ha dicho a los primeros.
Y los otros han recibido una increíble
promesa: “quienes crean en mis palabras vivirán eternamente”.
Los
supervivientes al diluvio dan la espalda a su arco iris.
Los compañeros
del desparecido maestro callan y rumian esas palabras de difícil
aceptación.
Frente a
sus mensajes los dos grupos se sitúan en posiciones divergentes.
Para
unos el mensaje queda atrás.
Para los otros el mensaje está siempre
enfrente.
Para los
de Babel la salvación ha sido un hecho reciente.
Para los de Pentecostés
la inmortalidad representa una promesa.
Sus
reacciones son distintas.
Los hijos de Noe deciden construirse su
seguridad. No cuentan con Dios. Nada extraen de su experiencia
salvadora.
Los
seguidores de Jesús se quedan quietos para que Dios muestre que es Dios.
En unos,
Dios no cuenta. En los otros, Dios ocupa todo su pensar.
Contar con
las posibilidades humanas.
Depender en todo de Dios.
¿Y que se
sigue?
Babel.
De comienzo una sola lengua, una única familia, un propósito. El
resultado: no llegan a entenderse, división de la familia, dispersión, la torre
que llegaría al cielo totalmente arruinada.
Pentecostés.
Al principio, muchas lenguas, naciones diversas y muchas y diferentes
intenciones.
Lo
conseguido: a pesar de la diversidad de idiomas todos entienden, y las
nacionalidades no impiden la integración en una nueva familia, la de los
que aceptan el poder del Bien. Y una sola voluntad: la divina, la del
gobierno del Amor.
De Babel,
el sentimiento de lejanía de Dios, provoca un estéril empuje hacia
arriba que sólo trae división entre los hombres, separación,
dispersión, deambular temerosos por la existencia.
De
Pentecostés, la confiada espera a que se abran los cielos no para llover
calamidades, posibilita la escucha de la gran palabra: “Tú eres mi hijo
muy querido, mi alegría” .
Babel, es
una leyenda etiológica que intenta explicar el por qué los hombres están
incomunicados por la misma palabra que les debía unir. El relato añade
una explicación más acerca de este mundo de pesadilla donde con
frecuencia creemos vivir.
Pentecostés recobra para la humanidad la actitud que restablece la unión
de Todo. Esa no es otra que el aprender a comunicarnos, mediante la
escucha de la palabra del Padre.
Así,
escuchando a la Mente, aprendemos la nueva lengua sobre la que reflexiono con frecuencia.
Notas: (1) El hecho de
llamar Babel a aquel mítico lugar donde las lenguas se confundieron nos
aporta dos datos: que la redacción de esta leyenda es posterior al
destierro de Babilonia (Babel), y el juicio que a un pueblo monoteísta,
como el judío, le merece la próspera civilización politeísta de los
babilonios.
(2) La famosa torre
que los hombres intentan construir para llegar al Cielo se inspira en el zigurat o torre-templo de siete pisos que mandó construir Nemrod,
rey de Babilonia.
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