Escuchemos en un silencio incondicionado antes de hacer nada.
Toda noticia sobre imperfección es ilusión a corregir con la confirmación convencida de la perfección total.
Nuestro CUERPO es perfecto y nunca está cansado. Nada ha de perfeccionarse, sino reconocer a cada instante la perfección por encima de las sensaciones inarmónicas.
Disfrutemos a menudo de la percepción espiritual de nuestra perfecta y armoniosa identidad, la del prójimo y la del universo. Trascendiendo siempre las informaciones de los sentidos, sin dejarnos enredar en éstos.
Más que intentar captar los elementos de las desarmonías, reconocer la perfección que realmente es ya en este momento, porque sólo hay el ahora. Donde todo es sin la angustiosa niebla del esperar.
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