Frente al mandamiento fundamental,
quizás algunos piensen en “becerros de oro”, en divinidades extranjeras
sedientas de sangre o en ídolos primitivos de prehistóricas culturas.
Puede que otros interpreten “dioses” por “poderes” y así entiendan que
no hay que apoyarse en el dinero, en el prestigio, en lo que da placer y
en otros objetos de deseo.
No tener otros dioses también es
igual a no adorar nada fuera de Dios. Es decir (ad-orar) no “escuchar”
(orar) en otra dirección (ad). Es no tener más guía, realidad o soporte
que Dios. No considerar la existencia o entidad de nadie más, distinto
a Dios.
Pero el mandamiento ahonda más.
Podemos haber dado la espalda a todos los dioses y conservar el que nos
aparta más de la Verdad.
¿Cuál? La “persona” que creemos
ser. Y se puede argumentar: “Pero yo no me considero separado de
Dios”. “Yo me siento unido a Dios”.
La cuestión no es unir dos
entidades diferentes: Dios y lo que llamamos “yo”. Es no considerarnos
un “yo” sino la expresión individual del Yo soy quien soy.
Somos la imagen de Dios no una
persona distinta. Pero ¡qué fácil es convertir el éidolon griego
(imagen) en un nuevo y más destructor “ídolo”.
Por eso la Ciencia Cristiana se
distingue por su insistencia en lo impersonal.
No existe ninguna personalidad o
“yo”. Sólo Dios expresándose.
La personalidad es el mentiroso
disfraz de limitaciones con que el filtro de la mente mortal pretende
revestir cada individual manifestación de Dios, presentándola como
separada y como otro “Yo” o “ídolo”. Es la máscara con que el individuo
se disfrazaba para representar un papel, una ficción, en el teatro. Y de
tanto “vivir” lo que no se es, uno puede llegar a confundirse sobre su
verdadera identidad.
Somos imágenes, reflejos, pero no
“ídolos”.
NO TENDRÁS OTROS DIOSES nos lleva a
reconocer la totalidad y unicidad de Dios a la vez que nos reconcilia
con lo que somos.
Todo esto me trae dos conclusiones
a cual más práctica:
1º No nos equivoquemos.
"Relacionarse" no es tratar con personas, sino reconocer a Dios en cada
manifestación individual.
2º En la llamada “curación
espiritual no hay personalidad a tratar, sino un único Dios perfecto a
quien, con gozo, descubrir.
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