Así
como cada mañana hay que lavarse la cara y comprobar si algo se cubrió del polvo posado desde el ambiente para limpiarlo, de igual modo hay que revisar la conciencia y lavarla de todo sentimiento de cansancio,
tedio, culpabilidad, preocupación, temor, duda acerca de la Verdad, de la capacidad para curar... de nuestra autentica identidad.
Sin olvidar que lo
que purifica todo es el Amor.
Dejemos que Él nos bañe.
Es el
verdadero bautismo de cada día.
A renovar conforme se hace necesario.
La purificación constante que establece en el Reino.
La que nos devuelve al Paraíso aquí y ahora.
El único lugar real.
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