En mi pueblo hay una fuente con doce
caños.
Si tuviera que cortar el agua a todos
los orificios ¿los cerraría uno a uno?
¿O cortaría tan solo la entrada
general del suministro?
La respuesta es obvia.
Cada despertar nos encontramos con
múltiples urgencias que “solucionar”: mundiales, próximos y propias.
¿A cual acudo?
¿Qué hacer?
¿Existe algo que esté
fuera de Dios, que no sea su obra, que no tenga por misión reflejarlo?
Todo tiene un común y divino origen. No
hay otro.
Por eso para despejar la atmósfera hipnótica
con la que me saluda la mañana lo práctico es primero volverme a Dios.
Sentirme
sostenido en el Espíritu, sin peso de materia. Reconocer sólo un Principio de
Bien y Orden, Sumergirme en la Vida de eterna armonía. Pensar los pensamientos
de la Mente. Llenarme con el bello colorido del Alma. Exorcizar la presencia de
cualquier miedo en el abrazo del Amor. Y comenzar libre mi andadura diaria, despierto a solo la Verdad.
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