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miércoles, 28 de junio de 2017

PARA CALMAR TEMPESTADES (Enfrentando "el magnetismo animal")


Secuestros, asesinatos, actos terroristas, genocidios, hambrunas, epidemias, corrupción económica y política, terremotos que convierten pueblos conocidos en sepulturas anónimas, crisis financieras, desempleos... Son las noticias habituales de los informativos escritos, radiales o televisivos.
Parece que la humanidad navegara por un mar erizado de cotidianas amenazas.
Ante este paisaje son muchos los que arrían la bandera de la esperanza, impotentes y casi extenuados para clamar socorro.
Otros, la gran mayoría, son inconscientes de ese escenario, no porque lo hayan abandonado  sino porque lo prefieren ignorar.
Estas imágenes me traen otra empapada de consoladora inspiración.
Es Jesús dormido en la barca y en medio de la tempestad. Mientras el sueño le hace ajeno a esas circunstancias, los lamentos de los compañeros son inútiles. Sólo gritos de desesperación.
Después, cuando el pánico de sus amigos consiguen despertarle, él no se suma al coro del pánico. Lo que sus sentidos físicos le informan no coincide con lo conocido e inmutable: "Todo es siempre, Vida, Armonía, y su manifestación infinita aquí y ahora." Discierne con la ayuda del Cristo, de la Verdad sempiterna y avienta la aparatosa ilusión de peligro.
Esta escena nos la contaron los evangelios hace casi veinte siglos, pero hoy ilustra de modo luminoso mi diario navegar.
El practicante de la Ciencia del Cristo permanece todavía en el mar del mundo. Todavía no está en la tierra firme de lo absoluto.
Durante la actual singladura puede optar por tres actitudes.
La del temor, hipnotizado por los espejismos.
La de la falsa tranquilidad ante todo, producida por una positiva e irreal autosugestión.
O enfrentarse con el cuadro de horrores con la luz de la Verdad asumida como una conciencia.
Esa es la que tomó el Maestro y otros muchos que le precedieron o le siguieron.
Este pasaje me enseña lo siguiente.
Con frecuencia, sin haber pisado todavía la arena de la playa de lo Absoluto, me entrego irresponsable a la falsa calma del que duerme en una barca zarandeada peligrosamente.
Las llamadas de los prójimos, y el clamor de "mis" propias dolorosas creencias, son "hasta necesarios" despertadores para que dejando actuar al Cristo pacifique "los elementos".
Para que el practicista que debo ser, y que tiene como misión despertar, despierte a los que acuden a mí, he de ser previamente despertado al universo real. Y para eso, el paso previo y frecuente en este remar por la existencia, suele ser las peticiones de ayuda de los que van en la misma barca.
Ante la mentirosa amenaza es tan peligroso dormir como llorar.
Por eso, hoy aprovecho para agradecer a todos los que me seguís despertando con vuestras "creencias", para que yo sea a todas horas despertador.

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