La paz junto a la sosegada
alegría es el ámbito de la única Realidad.
Experimentar la inquietud, no
ya el miedo, es señal de haber salido de la Verdad y entrado en el
terreno de la ilusión.
La lectura de la parábola del
trigo y la cizaña ( Mateo 13:24-30) me ha dejado este poso de firme estabilidad.
Pero en el relato hay mucho
más. No tiene desperdicio.
La cizaña ocupa el escenario
aprovechando la inconsciencia del hombre. Hace su aparición durante el
sueño.
Mary Baker Eddy nos recordará:
“Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros
mismos que la malapráctica
mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos”.
(Ciencia y Salud 442:33)
Con esta recomendación
concluye su capítulo sobre La Práctica, resaltando su importancia al
colocarlo como último consejo.
La confusión hace presa en los
trabajadores cuando descubren la cizaña.
La sorpresa se hace pregunta:
“Señor, ¿no
sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?”. La
pregunta de siempre: “¿Cuál es la causa del mal?” Cuestión absurda ya
que sólo tiene causa aquello que posee existencia.
Pero, ¿cuándo se percibe
la cizaña dentro del sueño?
“Cuando brotó la
hierba y dio fruto”.
Muchos se quejan que es
cuando se han vuelto a Dios, cuando comienzan a sobrevenirle problemas y
desafíos.
La respuesta a esa
decepción es bien simple. Cuando no se tenía en cuenta la Verdad, era
imposible discernir. Sólo cuando nos enmarcamos en blanco distinguimos
lo negro. Antes todo era oscuridad y ceguera para percibir.
Los “sonámbulos”
trabajadores (los que se mueven en el sueño), reaccionan equivocados.
No se trata de arrancar, luchar, fijarse o detenerse en la cizaña para
vencerla.
El Padre,
al que como hombre he de reflejar,
actúa diferente.
Centra el fenómeno. Lo
que está ocurriendo es producto del sueño.
No
se altera. No se inquieta. Prescinde de la cizaña. La sitúa en su
verdadera patria: la Nada.
En el transcurrir del
tiempo sólo hay que esperar la hora de la cosecha, seguros y sin mancharnos
con imágenes de malas hierbas.
El Padre ni duda. Sólo
tiene un pensamiento: lo plantado por Él -el único que puede sembrar y
siembra-, es semilla buena, de la mejor calidad.
Y cosecharemos
cuando despertemos.
Entonces algo maravilloso
sucederá al descubrir la impotencia de la cizaña, atada, y reducida a
cenizas.
Contemplaremos libres en
paz y con alegría,
lo único que tiene existencia, el buen trigo del Bien.
Mientras cohabitemos con el pensamiento
del mundo podemos ver cizaña por doquier. Pero no hay que alterarse. No
hay que doblar la rodilla para ver cuál es su clase o cuan profunda es
su raíz...
Sino volver a la Verdad y a su paz:Sólo es lo sembrado por el Padre, lo
bueno. Lo demás son nada, cenizas.
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