Los problemas se crean cuando revestimos de realidad a la imperfección.
La que se nos comunica a diario a través de
los sentidos.
Ya sea acerca de nosotros o de todos los otros, cercanos o lejanos.
Disolver eso con la ayuda de ideas
metafísicas es chistoso además de inútil
Cada
vez que se me presenta lo no armonioso tengo la oportunidad de negar
que exista fuera de la nada.
Pero su aparición es más -y sobre todo- una invitación a desempolvar la convicción que fundamenta todo:
"Sólo es el bien
infinito"
Y esto
me resultará cada vez más fácil si en mi conciencia no permito
la permanencia de lo defectuoso ni un segundo siquiera.
Y sin
que me importe como de pequeño e inofensivo se presente.
Porque hacerle
hueco en el pensamiento no sólo es aceptar la dualidad.
Es negar al Uno al mismo tiempo y como inevitable consecuencia.
Y así instalar aunque sea una mínima molécula de mal en mi concepción del Todo, es ocultarlo como un imposible por irresponsable negligencia.
Por eso hay que sacarle brillo a nuestras
convicciones y amurallar con ellas nuestra armonía.
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