El cielo no es lugar, sino Dios. Nunca estamos fuera de
Él, porque es el Todo.
Pero para disfrutar esa amorosa Presencia es preciso
tener consciencia de ella.
Ahora, mientras yo escribo y tú me lees, estamos en el
cielo. Pero, ¿lo sentimos?
Hagamos algunas preguntas más, para ayudar nuestro
discernimiento.
¿La preocupación me encoge el ánimo? ¿Siento dolor en mí
o en mi entorno? ¿Temo por alguien o por algo? ¿Veo mezquindades? ¿No
encuentro el camino?
¿Estoy confuso?
Si respondo con una afirmación, no parecerá que esté en
el cielo. Al menos mi percepción es muy otra. Entonces, ¿qué me está
pasando?
No olvidaré la sabia y práctica advertencia: Siempre
que ante mí sucede algo anormal o la desarmonía me afecta en cualquiera
de sus formas, soy víctima del hipnotismo. Y tengo que despertarme.
Ésta es la correcta y exclusiva solución.
No sirve buscar ocultas fórmulas “metafísicas” con que
cambiar la situación experimentada en ese sueño. No se trata de
mejorarla.
Hace días, alguien me envió un largo listado de
problemas. En las palabras tecleadas se adivinaba una abrumadora
preocupación a punto de convertirse en profundo y paralizante temor. Su
lectura me puso al descubierto la estrategia de la tentación. Lo irreal
se vestía de evidencia para convencer de su existencia.
Debía evitar el diálogo con tanta ilusión. Por eso le
respondí lo que sigue:
La oración no es entrar en el sueño particular, que
inquieta y preocupa, para intentar por no sé que trucos
pseudoespirituales que la situación en la que nos creemos inmersos y que
es proyección de la mente mortal y nunca realidad, MEJORE.
La oración es volvernos a la Verdad, y ser consciente de
que eso es lo que está ocurriendo ahora y siempre, a pesar del sueño. Se
trata de reconocer esa realidad y estar convencido de su única
existencia. Vivir sólo en ella, hasta el punto de despertar, es decir,
proyectarla en nuestro día a día.
Lo que está sucediendo es la manifestación del Bien
infinito (Dios, Mente). He de acostumbrarme a tanta luz, para poder
captar su alegre claridad. De tanto “soñar” la mirada como que se
resiste a la luminosidad, pero al no haber poder o oscuridad alguna que
la pueda ocultar, acabaremos viéndola.
No tenemos necesidad de nada. Ya es Todo. Y ese todo es
nuestro de acuerdo a las palabras del Padre “Todo lo mío es tuyo”.
Regocíjemonos en que ésta es la realidad. Es el mejor
tratamiento. Dejemos de temer a lo que sólo son vacías ilusiones. No
temblemos porque parezca desaparecer el camino. Sólo fue una niebla
sobrevenida lo que lo ha ocultado. Y sabemos que la bruma, los jirones
de vapor de agua no tiene poder para llevarselo. Sigue ahí y aunque a
ciegas por un tiempo tenemos que caminar por él y así gozar de la
plenitud.
Nuestro camino es el Cristo. La base de la demostración
es Dios perfecto, hombre perfecto. Y yo añadiría: Todo perfecto.
Pensemos en eso, y rechacemos lo contrario. Entonces
viviremos siempre en el Cielo.
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