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miércoles, 12 de abril de 2017

SI VIVO EN EL CIELO, DEBO "SENTIRME" AHÍ.


El cielo no es lugar, sino Dios. Nunca estamos fuera de Él, porque es el Todo.
Pero para disfrutar esa amorosa Presencia es preciso tener consciencia de ella.
 Ahora, mientras yo escribo y tú me lees, estamos en el cielo. Pero, ¿lo sentimos?
Hagamos algunas preguntas más, para ayudar nuestro discernimiento.
 ¿La preocupación me encoge el ánimo? ¿Siento dolor en mí o en mi entorno? ¿Temo por alguien o por algo? ¿Veo mezquindades? ¿No encuentro el camino?
¿Estoy confuso?
 Si respondo con una afirmación, no parecerá que esté en el cielo. Al menos mi percepción es muy otra. Entonces, ¿qué me está pasando?
No olvidaré la sabia y práctica advertencia: Siempre que ante mí sucede algo anormal o la desarmonía me afecta en cualquiera de sus formas, soy víctima del hipnotismo. Y tengo que despertarme. Ésta es la correcta y exclusiva solución.
No sirve buscar ocultas fórmulas “metafísicas” con que cambiar la situación experimentada en ese sueño. No se trata de mejorarla.
 Hace días, alguien me envió un largo listado de problemas. En las palabras tecleadas se adivinaba una abrumadora preocupación a punto de convertirse en profundo y paralizante temor. Su lectura me puso al descubierto la estrategia de la tentación. Lo irreal se vestía de evidencia para convencer de su existencia.
Debía evitar el diálogo con tanta ilusión. Por eso le respondí lo que sigue:
La oración no es entrar en el sueño particular, que inquieta y preocupa, para intentar por no sé que trucos pseudoespirituales que la situación en la que nos creemos inmersos y que es proyección de la mente mortal y nunca realidad, MEJORE.
La oración es volvernos a la Verdad, y ser consciente de que eso es lo que está ocurriendo ahora y siempre, a pesar del sueño. Se trata de reconocer esa realidad y estar convencido de su única existencia. Vivir sólo en ella, hasta el punto de despertar, es decir, proyectarla en nuestro día a día.
Lo que está sucediendo es la manifestación del Bien infinito (Dios, Mente). He de acostumbrarme a tanta luz, para poder captar su alegre claridad.  De tanto “soñar” la mirada como que se resiste a la luminosidad, pero al no haber  poder o oscuridad alguna que la pueda ocultar, acabaremos viéndola.
No tenemos necesidad de nada. Ya es Todo. Y ese todo es nuestro de acuerdo a las palabras del Padre “Todo lo mío es tuyo”.
Regocíjemonos en que ésta es la realidad. Es el mejor tratamiento. Dejemos de temer a lo que sólo son vacías ilusiones. No temblemos porque parezca desaparecer el camino. Sólo fue una niebla sobrevenida lo que lo ha ocultado. Y sabemos que la bruma, los jirones de vapor de agua no tiene poder para llevarselo. Sigue ahí y aunque a ciegas por un tiempo tenemos que caminar por él y así gozar de la plenitud.
 Nuestro camino es el Cristo. La base de la demostración es Dios perfecto, hombre perfecto. Y yo añadiría: Todo perfecto.
Pensemos en eso, y rechacemos lo contrario. Entonces viviremos siempre en el Cielo.

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