Jesús fue el gran practicista.
Su constante conciencia de unidad con el Padre, se evidenció en innumerables frutos de sanación.
Considerar esto siempre me regala una gran paz.
Porque su insistente anhelo para que el Padre proteja a todos no puede fracasar.
El deseo puro siempre es oración eficaz, el abrazo del Amor en universal unidad de bien es la única realidad.
Cuando más cerca estemos de "tirar la toalla" y entregarnos a la parálisis de desánimo y la desesperanza tengamos presente que el tratamiento de Jesús ya ha sido dado.
Así que gocemos ya por adelantado al confiar en su comprobada eficacia.
jueves, 13 de abril de 2017
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