Me dices que oras y no recibes.
Por el ventanal de mi habitación se me asoma la montaña regalando una
reflexión.
Mis esfuerzos para subir a la cumbre han de ser en orden a "ascender" y
no a "bajar".
Por mucho que camine espoleado por el deseo de coronar la cima, si mis
pasos se dirigen hacia abajo, nunca disfrutaré del éxito.
Para experimentar la compañía, la provisión, la armonía… la abundancia
de todo lo bueno, la senda a transitar ha de ser la aceptación gozosa
(agradecida) de todo eso.
Pasará quizás un tiempo hasta culminar la empresa, pero llegaremos.
Por el contrario, sentirse en soledad, llorar carencias, acoger
desesperanzas, impacientarse… no sólo retrasan sino que alejan día a
día la meta anhelada.
Lamentarse no es escalar.
Recuerda que cuando el bien no se ve, nunca será porque no está.
Es que le tengo cerrada la puerta de mi conciencia, donde todo se
experimenta.
“Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20
Que la oscuridad de los sentidos no te priven del disfrute del Todo que
a todos se nos ha dado, donde comulgamos con el Uno y su Universo.
“Felices serán los que sin ver creyeron.” Juan 20, 29.
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