Este
martes Laly comenzó sus clases de pintura.
Y a
propósito de esta nueva actividad mi pensamiento se ha entretenido con lo que no
deja de ser una perogrullada.
Pero
siempre práctica.
Si
quiero pintar una montaña y sólo miro y miro al árbol que tengo justo al lado, lo
que al final aparecerá en el lienzo podrá
ser un tronco rugoso o una rama más o menos florida.
Pero
nunca una cumbre.
Igual
sucede con nosotros. Solo debemos poner los ojos en el infinito Bien que somos.
Y dejar
de girar alrededor de ese yo que la mente mortal con tanto esfuerzo y
sufrimiento ha ido creando con esa otra mentira que es el tiempo.
Fijar
la atención en todo lo que descubramos como bueno, bello, inocente, noble, armonioso
y capaz (es decir, rebosando cualidades) es lo que se necesita para disfrutar de
nuestro perfecto autorretrato.
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