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lunes, 17 de abril de 2017

LA LIBERTAD VERDADERA


La verdadera libertad no puede ser otra que aquella que tiene su origen en la Verdad.
Pero acerca de la libertad hay mucha confusión. Es una palabra muy usada, pero frecuentemente equivoca.
Incluso los movimientos que se autodenominan liberales se basan en un concepto de la misma harto discutible. Descansan sobre aquella famosa frase "laissez faire, laissez passer" ("dejad hacer, dejad pasar").
Estas palabras pronunciadas por Vicent de Gournay en la primera mitad del siglo XVIII entronizan como dogma la creencia de Adam Smith en la existencia de una mano invisible que guia a la economía capitalista. Por ello la suma de los egoísmos responsables repercutiría en beneficio de toda la sociedad y el desarrollo de la economía.
La puesta en práctica de esa teoría supondría una masiva reducción del tamaño de los programas sociales y el predominio de la ley de la oferta y la demanda en todos los ámbitos de la vida.
Pero lo que hace libre al hombre no es un dejar de hacer o la destrucción de las barreras aduaneras entre países.
 Tampoco la posibilidad de poder elegir por uno mismo un camino, aunque sea el equivocado. Esto no quiere decir que preferimos o aceptamos el ser gobernados o "salvados" por otros individuos considerados como más sabios o poderosos.  
La libertad de uno no puede limitar la libertad de los demás. Pero tampoco la libertad de la mayoría puede o debe anular o empequeñecer la del individuo. Tiene que ser como se afirma en Ciencia Cristiana: "La bendición de uno bendice a todos".
La libertad tal como la entiende la mayoría, es decir, como la capacidad y posibilidad de escoger entre dos o más opciones, sólo existe en este sueño que se llama existencia mortal.  Porque sólo en el mundo de la ilusión existe lo bueno y lo menos bueno o incluso lo malo. En la Realidad sólo es el Bien y su manifestación infinita, porque Dios es Todo en todo(1). Esa es la Verdad.
Y la libertad verdadera sólo puede ser el efecto de la Verdad. Ella es la que hace libre al hombre, no esclavo de miedos en un ámbito, el divino, donde sólo puede existir el Amor infinito. En esa presencia, el miedo es siempre expulsado de inmediato.
Estando despiertos, no hay posibilidad de elegir entre el Bien y el mal, porque no existe este último. Siendo conscientes de la única Verdad tampoco cabe el escoger entre dos bienes (uno mayor y otro menor) porque sólo existe el único Bien. La libertad entonces no es una actividad humana sino la consecuencia de la Verdad que llega a nosotros como un regalo, como cualidad integrante de nuestra identidad.
El hombre verdadero, es decir, el que vive la Verdad, no tiene que conquistar la libertad. Porque nunca la ha perdido.
Somos libre de todo. Es imposible que caigamos presos del error, cegados por la mentira.
Por eso me gusta recordar las palabras de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud: "La Verdad trae los elementos de la libertad. Su estandarte lleva el lema inspirado por el Alma: 'La esclavitud está abolida.' El poder de Dios libera al cautivo. Ningún poder puede resistir al Amor divino. ¿Qué es ese supuesto poder que se opone a Dios? ¿De dónde viene? ¿Qué es aquello que ata al hombre con cadenas de hierro al pecado, la enfermedad y la muerte? Todo lo que esclavice al hombre es contrario al gobierno divino. La Verdad hace libre al hombre."(2)
Conscientes de nuestra identidad humana siempre somos llevados hacia el Bien sin posibilidad de equivocarnos. Esa es una buena noticia que el Cristo pregona a los cautivos de todos los tiempos. La libertad es, porque Dios ama la libertad: es la fuerza que nos atrae hacia Él y nos mantiene siempre unidos a su Ser.
 Como define el filósofo alemán Dietrich von Hildebrand: "La libertad es una fuerza que nunca ata a amores finitos sino que siempre nos mantiene abiertos a lo Infinito".
(1) Ciencia y Salud: 468:12.

(2) Ibidem: 224:28-4

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