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miércoles, 5 de abril de 2017

OLVIDEMOS EL YO.

Otro día maravilloso por delante.
Para gozarlo.
Aunque el yo con su pesada sombra intente impedir la alegre conciencia de lo que en realidad somos.
Porque si en todo momento supiéramos quien nos pide de beber el universo se nos vestiría de colores tan vivos que serían una constante invitación a la fiesta de la Vida.
Sólo cuando se muera al yo, siempre temeroso o drogado, se comienza a vivir.
Mientras, el mundo camina cansino, aunque intente ocultar la fatiga con sucedáneos de alegría.
Me viene al recuerdo la imagen de un Robert de Niro, en "La Misión" de Paul Joffe. 
Un penitente Rodrigo de Mendoza  arrastrando su impedimenta de coraza, espadas y armaduras en procesional penitencia.
Hasta que recibe el abrazo y se corta la cadena con la que va unido a la triste memoria de su egóico y trágico pasado.
Porque el yo cubre de negrura el cielo azul de la realidad.     
Es como un cordón umbilical que une con la nada, donde el pecado, la enfermedad y la muerte creen existir.   
Pero la Verdad es muy otra. 
Benditos hoy, si siquiera por un instante intuyéramos quienes somos. 

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