Esperaba en la fila para pagar la compra semanal. Delante dos mujeres
de mediana edad muy alteradas.
-“Estoy que no vivo con lo que va a
hacer Maximiliano”.
-“Es que la pobre María Desamparada
parece haber nacido para sufrir. Todo le sale mal.”
-“Y lo peor es que hoy es sábado y
hasta el lunes estaremos sin ver el nuevo capítulo”.
Por un instante un pensamiento de
superioridad y condena me rozó la conciencia: “¡Qué absurdo temer o preocuparse
por lo que sólo ocurre en la ficción de una telenovela!”
Pero al punto reaccioné con un
oportuno descubrimiento.
Tampoco yo he actuado diferente cuando me he
“sentido” envuelto en miedos por lo que únicamente sucede en la
llamada mente mortal, pero nunca en la Realidad.
Relatos inventados vampirizan a muchos
televidentes y demás adictos a los diversos productos de la imaginación.
Por tiempo esas "historias", al
ocupar la pantalla de la conciencia, relega al olvido el día a día.
En esos momentos están hipnotizados,
ausentes de todo lo que parece rodearles. Sólo tienen ojos y oídos para lo que
la fantasía de otros les están ofreciendo.
Con esta circunstancia descubro un interesante paralelismo
con lo que a menudo nos sucede.
Pese a que nuestra Vida, la de verdad, es Dios,
abandonamos el ámbito del Espíritu con sorprendente e inexplicable frecuencia
para adentrarnos en un territorio de sueños y pesadillas, enmarcado en la
materia, y que erroneamente identificamos con nuestra auténtica
existencia.
Es ahí donde consumimos” migajas de
felicidad, en las pausas que la preocupación, el miedo o el dolor nos conceden.
Ahí nos olvidamos y sustituimos nuestra Vida.
-No puedo verle perfecto.
¡Y menos mal! Porque eso sería
abrazarse con la locura.
Ver al villano de la telenovela como un
santo no disuelve el malestar que te produce tantas maldades.
Lo que te devuelve a la normalidad armoniosa
es cambiar de canal o apagar la televisión, y embeberte en ella.
-Esto no funciona. Me ha
escrito alguien que dice apoyarse en la Ciencia Cristiana.
Y me imagino a una de las señoras
angustiadas por María Desamparada, diciendo: -Por más que declaro que Luis
Alfredo es bueno no deja de ser un infame.
Y esa frase me descubre el error
en nuestra existencia cotidiana. Actuamos como el "abducido" por la
telenovela.
Para experimentar siempre la Armonía
no se trata de cambiar o “convertir” a los personajes de nuestras
visiones “mortales”.
Es reconocer que la realidad sólo está
conformada por la Vida: Dios perfecto y su manifestación igualmente
perfecta. (Ciencia y Salud 259:13-17)
Esto es lo que "sana" al
devolvernos al Todo del que nunca salimos. Eso es vivir.
Aceptar como reales las creencias
derivadas del pensar de este mundo nos desposee del gozo de la Vida y la
Verdad.
La mente mortal admitida es la
auténtica “usurpadora” al pretender robarnos la conciencia del Bien
infinito que se nos ha dado desde la eternidad.
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