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domingo, 16 de abril de 2017

EL CELESTIAL PRESENTE


En el ceremonial de mi boda, otro 17 de abril, hubo un significativo instante. Fue después de declarar mi compromiso.
Desabroché la correa de mi cronómetro y se lo entregué a Laly.
Ella me había repetido muchas veces que era esclavo del tiempo. Y para complacerla le entregué ese símbolo.
No obstante seguí calculando las horas en mi interior. Y así prolongué mis días de esclavitud.
Ha sido más tarde cuando comencé a comprender que sólo debo atender lo real.
Y estoy aprendiendo que “el ahora” es lo único real. Sólo él es santo. Es lo que cuenta en exclusividad, porque sólo él es.
El pasado ancla en lo ilusorio.  No debo cargar con él, ni siquiera con el más reciente. Porque a nadie pertenece. Y lo que “pasa” tampoco tiene consistencia.
Sólo permanece lo verdadero. Y eso siempre será bueno, porque la Verdad nunca deja de serlo.
Ante Dios me he de presentar desnudo de ayer. Me basta el presente, ya que reviste de infinita perfección todo lo que en él está establecido.
Seré consciente del ahora.
¿Qué está sucediendo? El Bien, es la respuesta.  
Si siento sombras de culpa o impotencias, o me encoge el desespero será porque todavía no pisé su umbral.
En la infinitud del presente toda huella de mal o recuerdo del dolor desaparece. Constituye el sagrado refugio.
La realidad del ahora es el definitivo bautismo que nos hace morir a la mortalidad y resucitar a la vida. Nos reviste de luminosa pureza.
¿Me siento atormentado, derrotado, agotado, sin esperanza…? Entonces se impone la urgente huida.
Escaparnos de la secuencia del tiempo, romper sus cadenas y hacer presente a Aquél “en quien nos movemos, vivimos y siempre tenemos nuestro ser”. (Hechos 17:28)
En el discurrir de los segundos, en su angustiada prisa o en su lento suceder, es difícil captar la divina presencia.
Allí es donde se escucha la lamentable cantinela "¡Cuánto tarda la curación!"
Cuando me lavo en el "ahora", todo lo que no es el Amor desaparece. No quedan otras constancias. Aunque suenen campanadas o susurros de tic-tac, estoy siempre en el amoroso abrazo eterno. Con los ojos del Eterno me veo limpio, puro, bueno, seguro, a salvo… realizado. La Presencia del Ser disuelve todo lo que no es.
Que no me engañe el tiempo ni siquiera con la hipnótica droga de un futuro mejor. Nada tengo que esperar. Todo está al alcance de este divino instante.
Dejemos de sufrir. Ahora es el día del disfrute, porque:
Este es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo.
(Salmo 118:24)

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