Parece que Dios no está en el mundo. Se sufre
Su ausencia . Se extiende un sentimiento de orfandad.
Como en un eclipse, el universo está oscurecido y con temblores
de miedo.
Como
si Dios también se hubiera ocultado. O en todo caso, estuviera jugando
al escondite. ¡Y que costoso es encontrarlo de nuevo o por primera vez!
Sin embargo la historia es muy otra.
Después de escuchar a la quimérica serpiente, el hombre
se parapeta vergonzoso ante la Palabra que le llama a su amorosa
Presencia.
“¡Hombre! ¿Dónde estás?”
La misma voz que iluminó el caos y lo convirtió en eterno
Paraíso de Bien, le busca, como Pastor incansable, para curarle de
desnudas limitaciones.
Mortal contradicción es prestar oídos a la mentira
imposible que arrastra al polvoriento mundo dual, y ocultarse a la vez
ante la divina mano salvadora.
“¿Dónde estás?” es la pregunta que establece hoy el punto
de partida del diálogo Dios-hombre.
“¿Dónde estoy?” Se impone una respuesta: ¿En Dios? ¿O
Fuera?
Con frecuencia o casi siempre, se cree estar al margen,
separado, fuera del Edén, expulsado… Desnudo que es lo mismo que decir
“en pobreza extrema”. Sin salud, desprovistos, autocondenados… y
condenadores del prójimo, del cercano (“Fue la mujer”). Sólo cubiertos
de vergüenza y culpa. Pisando un terreno "no sagrado" donde el
dolor crece junto con la miseria y la muerte.
Pero, ¿es eso posible?
Dios es el Paraíso. No hay otro Jardín de Maravillas. Ser
feliz es ser consciente de Dios. Eso da la Vida.
Dios es la infinitud. El Paraíso es sin límites. Nunca
podemos estar fuera, aunque nos sintamos lejos por no experimentar a un
Dios “escondido”.
Pero no es Él el que se ha de revelar. Es el hombre el
que ha de salir de la caverna donde el absurdo miedo de la mentira le
mantiene en creencia de separación. Esclavizado por las ataduras de
pobreza, conflicto, enfermedad, pecado, dolor, soledad y muerte.
Hay que escuchar la Palabra que siempre invita al
acercamiento, a la comunión. Y entonces, como Moisés, sentiremos la
necesidad de descalzarnos ya que “estamos pisando tierra sagrada,”
Porque estamos en tierra de vida, de abundancia, de armonía y de bondad.
Dios no está escondido. Sino nosotros. Pero nunca
extramuros de la esencia divina.Siempre escondidos en el Cristo. (Colosenses 3:3 “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.)
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