No seré quien niegue a las "religiones" su valor
de pedagogo para conducir hacia la Verdad.
Pero aunque a veces se confunda la
función de éste con la del maestro o profesor conviene recordar qué era en realidad.
El pedagogo era el sirviente que llevaba de la mano al niño
camino de la escuela. Pero no era el que administraba o confería la Verdad.
Del mismo modo las religiones ayudan a muchos en su búsqueda
de la verdad, pero ellas mismas no son la Verdad.
Dios es la Verdad.
Hay muchas religiones que con mayor o menor fortuna pueden
servir a su propósito. Lo importante de todas no son ellas mismas sino aquello
hacia donde apuntan.
"Todos los caminos conducen a Roma", dice el refrán.
Unos son más largos, otros más llanos, escarpados, rápidos o más cómodos de
recorrer. Pero ninguno es el punto
final.
Lo que deben hacer los caminos es facilitar sendas para llegar
a la meta.
Nunca han de dividir o enfrentar a los que los transitan.
Los caminos no son para ser adorados, ni para sentarse o
habitar en ellos. Son sólo para andarlos e irlos dejando paso a paso.
La meta es lo importante, lo deseable, lo encomiable. El
camino es sólo un medio. El fin y el todo es Dios.
Sólo los hombres necesitan llegar a Dios. Ellos son los que
creen que lo dejaron, lo abandonaron o lo perdieron.
Dios no necesita llegar a los hombres. Nunca se separó de
ellos. Y lo sabe.
Por eso, Dios no sabe de religiones, sólo conoce hijos.
¡Qué absurdas las luchas de religiones! ¡Qué triste su
competir! ¡Qué vano el entronizar un
sistema religioso que al acercarte al Padre tendrás que dejar!
Escuchemos al que nos habla desde lo íntimo. Su Voz señala el camino
mejor para cada cual. "El endereza nuestra vereda" para que sintamos
Su eterna presencia.
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