“¿Amas
a Dios?”
Preguntó mi maestra el primer día de clase.
Guardé
silencio y me repetí la pregunta.
Sin
encontrar. desde mi honestidad, respuesta que se correspondiera con la realidad.
Hasta
que Christiane declaró con firmeza:
“Pepe
ama a Dios”.
Y
sentí, húmedos mis ojos, que esa era la respuesta correcta.
Desde la Verdad.
Porque como idea de Dios -lo único que soy- le amo infinito.
Eso nada lo puede cambiar.
Eso nada lo puede cambiar.
Antes era el “yo” quien había intentado contestar desde el sueño.
Pero ese “Don
Nadie” entrometido no cuenta.
Porque ni tiene voz ni voto en la realidad.
Algo que tampoco debo olvidar.
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