Leo en tu correo: “Te escribo de nuevo, porque aunque me aseguras que en la Casa de Dios
no hay falta de nada, yo continúo angustiado. Las evidencias de carencia
persisten. Me afirman lo contrario y me impiden pensar diferente.”
Mi querido amigo, con toda sinceridad, creo que te confundiste de casa.
Nos pasa a menudo.
Buscamos en un hogar que no es el nuestro. En un mundo del que no somos
y en el que, sin embargo, creemos estar.
Tienes razón: ahí sólo se encuentra vacío.
Pero esa no es nuestra casa.
El “hijo pródigo” padece necesidad, hambre, ruina… al suponer que está
fuera de la Casa del Padre. Pero en su ilusión no se confunde. Ese
espacio de miseria nunca puede ser la casa del Padre.
Restablecer ahí la abundancia y la perfección es misión imposible. Para
él y para todos.
La solución a la creencia de carencia extrema es volver en sí
¡despertar!
Se trata de regresar al Padre (aunque nunca lo dejamos).
Volverse a Él, no importa si con pasos inseguros y cielo nublado. Pero
“volverse” (darle la espalda a la nada) hasta sentir con su confortador
abrazo, la abundancia, sus regalos, la gracia y la fiesta.
Busca en el Padre y no fuera. Es decir, busca a Dios y experimentarás
todo lo que necesitas (llámese provisión, salud, compañía, seguridad…).
Y no
olvidemos que sólo al volvernos a Dios es como en realidad volvemos en
sí .
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