"Lo primero, primero y lo segundo, segundo". Me dijo un día
"Titi", el viejo pescador mientras remendaba su red. Lógica aplastante.
Y así es. Gran error es invertir el orden. Incluso en el preguntar. Lo
que sigue es un ejemplo.
¿Qué ha de ir delante?
... ¿Cómo sanar? o ¿Cómo conocer a Dios?
Confieso que en mi correspondencia son más las consultas sobre cómo
superar las limitaciones. Sean de salud, de provisión, de relaciones
humanas…
Porque las carencias nos obsesionan. Nuestro ojo las observa inquieto.
La mirada se ancla en ese paisaje y produce su efecto. La ilusión se
agiganta ocupando todo el horizonte. Constituirá la principal
experiencia mientras constituya el objeto de la preocupación.
Y se resiste tiránicamente a ser destronada.
¿Cómo sanar? Respetando el orden de las preguntas.
Lo primero, primero. ¿Cómo conocer a Dios?
Quien tiene esta prioridad, orienta su mirada hacia otro Norte. ¡Al
único! Y su conciencia ya no se llena del vacío donde crece la nada.
Sólo será la plenitud la que colme hasta lo infinito. El Bien ocupará
todo el escenario. Y no habrá lugar para lo que no es.
Ordenar es poner todo en su sitio. Y habrá que recolocar a la Ciencia
Cristiana. Al menos para quienes la confunden o circunscriben a un
método de sanación espiritual. ¡Eso es sólo una consecuencia!
El descubrimiento de Mary Baker Eddy es mucho más. Es la respuesta a la
cuestión primordial. A lo que debiera obsesionar como un enamoramiento.
En el que sólo un nombre, un ser, el Espíritu, la Verdad, el Bien...
ocupa todos nuestros pensamientos.
Ese
embeleso no sólo proporciona la Vida y su sentido, sino que, al
preservar de toda carencia, hace ya inútil preguntar ¿Cómo me sano?
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