Cuando declaro que Dios crea un universo de infinito bien, a veces oigo esta pregunta: “Entonces, ¿quién ha creado este mundo donde se sufre tanto?
No siempre encuentro oportunidad
para una respuesta que es bien simple: Si sufrimos es
porque no pensamos realmente.
Toda creación tiene un único
progenitor: ¡el pensamiento!
En su origen siempre hay una acción
mental que la condiciona de forma sustancial.
El hacedor de ese mundo
ensombrecido donde “pienso” estar es una mente. Pero aunque me cueste
aceptarlo nunca es la mía ni tampoco tiene ser.
Porque mi Mente es Dios. Yo soy su
imagen y no tengo nada propio. Todo lo mío es Suyo. Y lo que no es Suyo
no es mío.
Cuando percibo una creación donde
acecha el mal y el bien tiene límites, no estoy pensando con mi Mente.
Sino que otro supuesto pensar está fabricando un mundo a su medida.
Esa otra mente es el resultado de
situarse al margen de la Mente. No hay una mente aparte y distinta de la
de Dios. No es una realidad sino una carencia. Igual que el frío es
ausencia de calor.
El estar cerrado a la luz produce
la creencia de oscuridad. Pero esta negrura nunca ha existido ni existe,
ni existirá. No se la puede definir o estudiar, aunque genere tropiezos,
miedos y angustias. Es nada generando criaturas de la nada.
Acabar con este mundo en el que
tanto se sufre puede parecer gesta imposible. Pero sólo es el efecto de
una ilusión. El producto de sueños soñados por una mente inexistente.
Asumir nuestra Mente y aceptar sus
armoniosos pensamientos, sus siempre “buenas noticias” hace desaparecer
“el valle de lágrimas”. Como las tinieblas se disuelven con los primeras
claridades de la aurora.
Se trata de aceptar nuestra
auténtica realidad.
Pero sin sutiles errores que
retrasan nuestro despertar.
No somos seres aparte de Dios, ya
estén lejanos o unidos a Él. Porque no existe más que Él.
Error es sentirse lejos del
Padre-Madre. Pero también creerse distinto al Creador y “pensar” que la
clave de todo es la unión con Dios. Ese “pensamiento”
lleva el sello de la otra mente que ni siquiera es mente.
Porque la bella y benéfica Realidad
no es Dios y hombre unidos.
Sino que Dios y el hombre ya
son uno. Esa es la Verdad. Parece lo mismo pero no lo es.
La realidad es una, y no unida.
Esto último introduciría la errónea
suposición que alguna vez hubo dos esencias que habría que juntar.
Y siempre fue, es y
será, sólo Dios perfecto manifestándose como tal.
Entonces el hombre
es ese "aparecer" o "mostrarse" de la divinidad.
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