Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé,
compraron perfumes para perfumar el cuerpo de Jesús. Y el
primer día de la semana fueron al sepulcro muy temprano, apenas salido
el sol, diciéndose unas a otras: --¿Quién nos quitará la
piedra de la entrada del sepulcro? Pero, al mirar, vieron
que la piedra ya no estaba en su lugar. Esta piedra era muy grande. (MARCOS
capítulo 16).
Siempre me ha
atraído la meditación de estos versículos. Es como una foto de nuestro
diario caminar en la semioscuridad del amanecer de un domingo, que en
adelante será de Resurrección.
Como las
“piadosas mujeres” también creemos que vamos al encuentro de un
sepulcro. Porque esa es la opinión del “mundo”: “Cada día nos acerca
a la muerte”.
Son muchos los
ignorantes de lo que realmente ha ocurrido. Y por eso la preocupación se
ceba en la humanidad “¿Quién nos removerá la piedra?
A menudo nos
planteamos preguntas cuyas respuestas desconocemos. Y eso nos inquieta y
tortura.
Sin embargo no
nos movemos hacia la muerte. Avanzamos hacia la celebración de la vida.
Tampoco indica
falta de sabiduría el ignorar las respuestas de ciertas cuestiones. Todo
lo contrario.
Porque
preguntar sobre la muerte es tan absurdo como hacerlo acerca del por qué
estamos aquí adormecidos, temerosos y sufrientes.
Con
frecuencia, también gastamos pensamientos en atormentarnos con un
escenario de obstáculos. “¿Quién nos removerá la piedra?”. Estas
cinco palabras resumen y engloban otros muchos inútiles interrogantes:
“¿Cuándo sanaremos?”, “¿Cómo conseguiremos el sustento?” “¿Quién nos
proporcionará la ayuda?” ¿Cómo solucionaré este problema?…
Y sin embargo
el impedimento que atormentaba en cavilaciones ya no existía.
La piedra ya
está quitada. Para siempre. Desde el principio.
Y el sepulcro
no encierra muerte.
Sólo es el testigo de la
victoria de la Vida.
Who shall roll us away the stone?
“And when the Sabbath was past, Mary Magdalene, and Mary the mother of
James, and Salome, had bought sweet spices, that they might come and
anoint him. And very early in the morning the first day of the week,
they came unto the sepulchre at the rising of the sun. And they said
among themselves, “Who shall roll us away the stone from the door of the
sepulchre? And when they looked, they saw that the stone was rolled
away; for it was very great.”
Mark 16: 1-4 (King James Version)
Meditation on these verses has always appealed to me. They seem to be
a photo of our daily walk
in the semidarkness at dawn,
on a Sunday which afterwards will be Resurrection Sunday. As the
“devout women” did, we also believe we are walking towards a sepulchre.
Because that is “the world’s” opinion. “Each day gets us nearer
death”.
Those who do not know what actually happened and is still happening are
great in number. That is why worry takes hold of humankind. “Who
shall roll us away the stone?”
We often ask ourselves questions whose answers we believe we do not
know. And that upsets and tortures us.
Yet, we are not moving towards death. We are going forward to
celebrating life. Nor does not knowing the solution to certain matters
indicate lack of wisdom. Just the opposite. Because asking about death
is as absurd as questioning ourselves why we are here half-asleep,
fearful and suffering.
Very often we use thoughts to torture us with a horizon of
obstacles. “Who shall remove the stone?” These five words
summarise and include many other questions: “When shall we be
healed?” “How shall we be fed?” “Who will help us?” “How shall I
solve this problem?”….
Yet the obstacle which tortured with such brooding no longer
existed.The stone has already been removed. For ever. From the beginning.
The sepulchre does not enclose death.
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