Recuerdo
mi primer salto desde el trampolín.
Inmovilizado en la tabla flexible. El miedo era el adhesivo.
La falsa
parálisis me hacía sentir pequeño, cobarde e impotente.
Y
después...
¡Qué
experiencia!
Todo me
ocurrió sin mí.
Y la
causa no fue el salto, sino el soltarme.
Hoy la
gratitud que me invade me ha traído esa imagen olvidada.
Porque
ahora me siento muy agradecido.
Por un
nuevo descubrimiento de lo ya descubierto.
Conforme
caen las escamas cegadoras, percibo, más y más, la alegría de la luz
(O
seguramente sucede al contrario)
¡Cuántas
capas parecen cubrir la única, inmutable e infinita maravilla que es la
Vida!
Preocupaciones, credos, exigencias, frustraciones, responsabilidades,
metas por alcanzar, miedos ... muchos temores disfrazados...
y sobre
todo, la gran trampa de la dualidad o de la separación...
Todo son
ataduras invisibles.
¿Mi
trabajo? Soltarme.
Dejar que
el Espíritu haga.
Lo
expresaré más correctamente: ser consciente que nada hay que Le impida
hacer.
Soltarme es liberación. Desprenderme de todo lo que ni es y tampoco
soy.
Propiciar
mi desarrollo, mi expansión. Romper los límites autoimpuestos y los
externos.
Es gozar
de la benéfica infinitud que soy.
Sin
juicio. Disfrutando.
"La
Verdad hace libre".
La
Realidad no es un dogma ni un credo.
Es la
liberación de la Vida que está en cada expresión del "Uno".
No se
trata de esperar, sino sentir lo que es YA, porque es SIEMPRE.
Y nos
"realizamos" cuando reconocemos el inmenso regalo del "ser"
por el
solo hecho de existir.
Acoger
lo que gratis se nos dio, y nunca nos será quitado, es la única acción
que necesitamos.
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