Durante muchos años he sufrido una pesadilla recurrente.
Tenía que preparar unos difíciles exámenes para la mañana siguiente.
¡Cuanta preocupación! Un sentido humano de responsabilidad alimentaba los rescoldos del miedo.
Y qué descanso al despertar. Hacía tiempo que superé las pruebas académicas.
Y ahora me visita este recuerdo porque me enredé en un amplio surtido de preocupaciones.
El día parece acabarse, aunque empieza...
Ante tanto que queda por hacer.
Y me despierto al escuchar la caricia de la Palabra: "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno" (Génesis 1:31)
No se trata de hacer, sino reflejar desde la realidad que es eterna, lo que ya está hecho.
Pero que sólo manifestaré (haré) y sin esfuerzo, desde ese sentirme en Dios.
Eso no me llevará a pasividad alienante y evasiva, sino a facilidad de poner en este plano lo que es divino y desde siempre.
Y "así en la tierra como en el cielo" Dios es el Hacedor. No el "yo".
Todo está hecho.
No lo debo olvidar.
Sólo queda reflejarlo.
Es decir, disfrutarlo.
martes, 8 de agosto de 2017
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