La escuela preparatoria, que
llamamos existencia, tiene un propósito: llegar al reino de la armonía.
El hilo de este “estar en el
tiempo”, se deshilvana momento a momento. Por eso se impone evaluar la marcha.
¿Avanzo o tengo la impresión
mil veces repetida de regresar al mismo punto?
¿Se hace la luz o continúa velado el
horizonte?
¿Camino despierto o dormido?
¡Atención! El
sueño conduce más pronto que tarde al accidente.
He de comprobar frecuente mi estado
de consciencia. Si diviso burros volando indicará que no voy muy
fino. Más bien ebrio o con el pensar desconectado.
Si en mi itinerario descubro
enfermedades, carencias, límites o catástrofes de cualquier clase, serán
síntomas inequívocos de un ir de espaldas a lo real.
Tengo que detenerme. Es
imprescindible una pausa para refrescar mi percepción, con el agua viva
de la Palabra. Eso no es perder “tiempo”, sino ganar todo.
Y no basta con una sola vez. Siempre
que la somnolencia embote mi sentido espiritual he de ser bautizado por
el Cristo.
Así caminaré con rumbo y sin fatiga.
Porque la visión correcta de la Mente, despeja siempre “la nebulosidad
del pensamiento mortal. (CyS 79:1)
La Verdad hace desaparecer el
cansancio y acerca recto a la meta.
En la actualidad es el más práctico
GPS.
0 comentarios:
Publicar un comentario