España
es uno de los mayores consumidores de pescado.
Por esa
razón y por otras erróneas políticas que no hacen al caso comentar,
nuestros caladeros están hoy esquilmados.
He vivido
junto al mar. Y he sido testigo de ese alocado saqueo. Como las jábegas
y las traiñas arribaban al resbalaje con redes cada vez más adelgazadas
y casi sin peces.
Recuerdo
al viejo pescador que me repetía al hurgar en la escasa pesquera
compuesta en su mayoría por diminutos alevines. “¡Esto es comida para
hoy pero hambre para mañana!”
Por eso,
ahora saludo con alegría la tardía normativa de obligado cumplimiento
que establece unas medidas mínimas para que un pez sea capturado.
Ayer
mismo veía en la televisión un documental sobre el tema. Un marinero con
una medida metálica en una mano y la captura en la otra comprobaba si
era apto o debía ser devuelto a la mar. Y una voz en off lanzaba la
consigna: “No consumas pez-queñines”.
Y así, en
la imagen y en su slogan, descubrí una inspiradora analogía.
En
realidad nos alimentamos de pensamientos. Ellos constituyen la esencia
de lo que experimentamos. Si consumimos los que no dan la talla llegará
el hambre y consiguientemente todas sus secuelas.
Por eso
también debemos usar de una
medida antes del almacenar en la bodega.
Y el
patrón regulador tiene que ser espiritual. La talla permitida ha de ser
la que le es propia al Espíritu.
A fin de
aprovechar más y más, hemos de fabricar nuestro medidor con un
conocimiento más claro y amplio de lo que es Dios. No podemos limitar
ese estudio. Listaremos el mayor número posible de cualidades divinas.
Si el pensamiento no las reúne o es claramente lo contrario, el
protocolo que se ha de seguir no admite excepciones. Todo lo que no sea
“bueno”, infinito, alegre, vital… estimulador, pleno, abundante,
perfecto… ha de ser echado fuera.
Porque es
lo que pertenece a Dios, Su Palabra, lo que realmente alimenta al Hombre
(Mateo 4:3-4).
Las piedras convertidas en panes no será lo que nos haga crecer. “Son
comida para hoy pero hambre para mañana”.
Ese
discernimiento impedirá el paso a todo aquello que no tenga la “medida”
de Dios. (CyS 392:27-30)
Y así
llegará el día en que a semejanza de lo admitido en nuestra conciencia
lleguemos a la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:13 "hasta
que todos lleguemos... a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo")
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