Tu e-mail decía: "Desearía tu ayuda para experimentar el Amor de Dios. Si puedes decirme
algo...".
Las preguntas pertenecen a los buscadores.
De Dios son las respuestas. Por eso no me atrevo a contestar. Seguiré
preguntando. ¿Amas a alguien? No lo dudo.
Sé que tienes un hijo. Y lo quieres con
locura. Eso nos va a ayudar.
¿Qué dirías si él te preguntara como
conocer y experimentar el amor que tú le dices tener? Posiblemente tu respuesta
sería tan sencilla como esta: "Considera la vida
que ayudé a darte, los cuidados de cuando
eras bebé, las noches a tu lado cuando sufrías pesadillas… mi sufrida firmeza
para hacerme obedecer en aquello que no
te gustaba pero que yo veía que era lo
mejor para ti..."
De persistir insensible, es
posible que tu continuaras: “Si todavía no eres capaz de darte cuenta
de mi inmenso amor por ti, deberías examinar tu actitud ante la
vida. Puede que estés tan centrado
en ti mismo, que eso te incapacite para experimentar lo que es
obvio".
Tu hijo debería reconocer lo que es
evidente en una evaluación simple de los hechos. Y aunque no perciba el sentimiento
del amor, debería responder con sus
"hechos" a tu cariño.
Tengo que agradecer tu correo. Me ha
invitado a profundizar en mi práctica. ¿Cómo corresponder al Amor de Dios que
no consigo experimentar? Y el verbo que espontáneamente acabo de usar me da una
clave. “Co-responder” En cuanto ser humano, imagen de lo divino, nunca
puedo hacer nada solo, por mí mismo, sino
siempre con Alguien, apoyado en Él.
Y a la pregunta anterior, la
respuesta surge fácil: "Si me amas guarda mis mandamientos".
Ahí está todo.
Porque en la medida que haga lo que es
agradable al Padre-Madre ya estoy ejercitando el único Amor. Y siendo de esta
manera su cauce hacia los demás lo estaré experimentado no sólo como receptor.
También seré el reflejo de su Amor (Ciencia y
Salud, 17:9 “El Amor se refleja en amor”)
¿Que ya lo hago?, pues ¡felicidades! y no
preocuparme más. Un día tendré también el plus de "sentirlo".
0 comentarios:
Publicar un comentario