Esta mañana va de interrogantes.
¿A qué o quién se
refiere ese “me”?
Obviamente a
mí. A mi yo personal.
Una pregunta más: ¿Hay algo o alguien aparte
Dios, el único “Yo soy”?
La respuesta correcta es la negación absoluta.
¡No!
Entonces, ¿Dónde
estoy?
En la nada. Y por
tanto este “yo” es una nada con ínfulas de pretendida existencia.
No obstante, ¿cómo es que registro
pensamientos?
¿Cómo capto lógicas deducciones encadenadas
entre sí hasta una razonable conclusión?
¿Quién reflexiona,
piensa y capta?
Sólo el “Yo soy”.
La Mente infinita. La única Realidad o Verdad. El Ser.
Lo percibido es Su actividad. Son sus
efectos que sólo Él reúne y clasifica.
Pero, ¿por qué el
yo -con el que me suelo identificar- cree pensar?
Y aún más ¿por qué lo sentido casi nunca
aparece puro y sí como limitado e imperfecto?
Porque lo que no pertenece a la
Realidad-Verdad participa del error.
Lo que no es
consecuencia del Amor, se presenta como preocupación y miedo.
Lo que no es
consciente de la Vida, se siente cercado por la muerte.
Ese yo que se confiesa mortal es el
responsable de todo pensar adulterado.
Es el que presenta empequeñecida y
enmascarada la Armonía infinita.
Ese “me” suplanta la verdadera identidad.
Es como la ganga que cubre la pepita de oro.
Esa escoria que oculta y empalidece el brillo.
Soy el reflejo del
Yo soy. Pero el “yo mortal” es el velo que difumina y oscurece el Todo.
Sucede como con el oro. Hasta que no se
refine la escoria en el crisol no se des-cubre la Realidad.
“Ocupaos de vuestra
salvación” (Filipenses 2:12) urge Pablo. Y con razón. Conviene que el
pequeño “ego” desaparezca antes del tránsito definitivo.
Este es
nuestro actual y correcto quehacer.
Que el "yo"
disminuya y que el "Yo soy" crezca.
El Yo es Dios y Yo soy Dios, siempre que
cese de ser “yo”, dice un proverbio sufí.
Eso es lo
que “me” espera. Cesar, desaparecer...
Pero quien de verdad soy ya tiene la bienaventuranza. “Bienaventurados
los limpios de corazón porque verán a Dios” (Mateo 5:8 )
Porque cuando mi corazón (el pensar) esté limpio (se haya
consumido el “yo mortal”) reflejaré a Dios.
Y “estaré saciado
(completo, perfecto) al despertar a Tu semejanza.” (Salmos 17:15)
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