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lunes, 29 de mayo de 2017

EL VALOR DEL 10.


O los regateos de Abrahán. 
En el capítulo 18 del Génesis queda registrado un diálogo muy singular. Es como si estuviéramos en el Zoco de una medina oriental, testigos de una transacción comercial. Sólo que los protagonistas son Dios y Abrahán.
En el versículo 24 se parte de 50 justos para salvar a la ciudad de la perversión. Y de cinco en cinco se va bajando el precio, hasta llegar a sólo 10. Aquí se interrumpe el trato. ¿No había ni diez justos en Sodoma?
Parece un final triste. Pero para mí encierra una enorme y esperanzadora noticia. En el mundo de las cifras astronómicas, el pequeño número tiene un inmenso valor. Sólo 10 justos pueden salvar a una multitud.
Es un adelanto de la parábola de la levadura que fermentando eleva a la masa. Algo muy pequeño que transforma un todo elevándolo, aumentándolo, haciéndolo incluso capaz de leudar otras masas.
A la levadura, como a los 10 justos, no se le puede considerar por su tamaño, sino por la capacidad de transformar, de salvar aquello donde esté inmerso. Lo mismo se puede decir de la humilde candela que ilumina un oscuro entorno.
Pienso en esos estudiantes de Ciencia Cristiana que pueden parecer perdidos en medio de grandes urbes. ¡Qué potencial de salvación! ¡Cuánta elevación y luz puede venir a través de ellos!
No hay que amedrentarse ante el reto ni encogerse ante el peso de la responsabilidad. Sólo hace falta ser consciente del Reino que se lleva dentro. Y estar inmersos, amasados, mezclados, en medio de la oscuridad.
Ser consciente de la Realidad en medio de todo y no al margen.
Antes, dos o tres veces por semana hacía pan para la casa. Usaba una levadura seca. Como es obvio rompo el sobre para que el polvo al mezclarse con la masa la doble o triplique. Cerrado, siempre será imposible.
No se puede permanecer en el Cenáculo en espera de ser más de diez. Hay que abrir o estar abiertos. Y salir a los caminos. Porque todos estamos invitados a la fiesta.

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