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viernes, 12 de mayo de 2017

LA SABIDURÍA DE REPETIR CURSO


Se acercan los exámenes de Junio, y Antonio no soporta el colegio. La ley de Enseñanza le ha permitido subir cursos y cursos con 3 o más suspensos.  Y ahora se encuentra sin base. En el aula, las horas se les hace interminables. Se frustra. Su autoestima está por los suelos, alfombra todo el piso. Para él las explicaciones del profesor suenan a chino. No es que no quiera estudiar, ¡es que no sabe cómo ni qué! Para entretenerse enreda y entonces también le descalifican la conducta. Su madre no me escucha cuando le digo que tendría que comenzar desde el principio. Eso no es perder el tiempo. Lo otro sí. Preferible es repetir curso, antes que avanzar sin dominar la asignatura.
         Y pienso en mí. En el progreso espiritual. Quizás nos suceda como a Antonio. Nos hemos colocado en niveles demasiado avanzados para la actual comprensión. Sólo se sabe, se ha aprendido, aquello que se ha demostrado. (Ciencia y Salud 323:17 “…el bien no se comprende mientras no se demuestre”.) ¡Y demostramos tan poco!
Habría que empezar por lo primero. ¿Cuál es ese primer paso?
El que Jesús da, antes de ir al desierto, el previo a predicar y sanar. Experimentar la lección básica: “Tú eres mi hijo muy querido, ¡mi alegría!” Sentir el Amor del Padre.
Sólo se puede aprender en los brazos del Padre-Madre. En el test de este curso preliminar sólo hay dos casillas. Una correcta y otra errónea. O nos sentimos seguros, confiados, alegres, bendecidos siempre y por eso agradecidos. O ignoramos el cálido, eterno y amoroso abrazo y tememos o nos drogamos con fantasías para no sentir el miedo.
Si nuestra consciencia apunta a lo segundo hemos de repetir hasta experimentar el abrazo de Dios: la realidad de su continua y ubicua Presencia.  
Pasar sin profundizar, empujado por las prisas, es condenarse a que pronto todo nos suene a jerga ininteligible.
No debo entristecerme por retroceder a mi clase de “parvulitos”. ¡Qué de responsabilidades dejadas, aligerarán nuestros hombros!
Y que sea el tribunal de la Mente quien me vaya subiendo de nivel.
Después de todo “en el atardecer de la vida nos examinarán del Amor” escribirá Juan de la Cruz. ¿Y como acertar con las respuestas si no hemos gozado con confiada y despreocupada inocencia de ese Amor?
Yo no quiero avanzar más allá, mientras esa lección no esté suficientemente aprendida.
Al terminar esta reflexión la cita de Mateo acude a mi recuerdo: Os aseguro que si no cambiáis y os volvéis como niños no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3)
Y los niños gustan de la caricia y confían en quienes le expresan amor.

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