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domingo, 14 de mayo de 2017

JACOB Y ESAÚ, PROBLEMAS DE FAMILIA


Una hierofanía es la manifestación de lo sagrado captada por un observador. La más conocida es la de "la zarza ardiendo" ante Moisés.
Contra la opinión común y general no es algo excepcional. Dios siempre está y se hace presente. Sólo es preciso darse cuenta.
Tampoco es el hombre quien provoca o causa la manifestación. Sino quien la recibe y se aprovecha de ella. Nada ha de hacer, sólo ser consciente, estar despierto. La iniciativa siempre es de Dios. Él es continua, amorosa y benéfica comunicación.
Su manifestación transforma al observador. Saca la verdad que lleva dentro. Lo establece como auténtica imagen de lo divino. Ver a Dios sólo mata lo que no es vida y entierra la ilusoria irrealidad. Es lo que disuelve el error y permite la comunión con la Vida.
Moisés descalzándose al conocer la sacralidad de todo escenario me inspira. Pero hay una historia a la que vuelvo con frecuencia. Es el desenlace de unos desencuentros familiares. Con frecuencia tropiezo con situaciones semejantes en mi propio día a día, en los conocidos, y ... en los grupos "espirituales" e iglesias. La división siempre trae oscuridad a una humanidad que sólo vive lo auténtico en la luz.
Repasemos el episodio (Génesis 32:7 -33:10. )
Jacob tiembla por la proximidad de su hermano. Su vecindad es un problema.
Jacob significa "el que suplanta",  "el que sustrae lo que no es suyo". El nombre indica su comportamiento. Jacob había arrebatado la herencia a su hermano Esaú con toda clase de argucias.
Ahora, después de años, el encuentro de ambos ya es inevitable.
Jacob en una noche de angustias experimenta extrema necesidad. "Es la oportunidad de Dios". Ya no le sirven sus artimañas y se abre a la ayuda. Dios es siempre nuestro pronto auxilio y socorro. Las horas pasan. Jacob quiere llevar la iniciativa. Es un vano forcejeo. Dios es el Principio. 
Los esfuerzos de los hombres son más "mágicos" que religiosos. Jacob, como Moisés, preguntará por el nombre de la Presencia para ponerla a su servicio. Pero Dios no es el nombrado sino el que nombra. El hombre no puede ser un suplantador. Sólo puede ser el que refleja el poder de Dios. En adelante Jacob será Israel. En realidad lo fue siempre.
La escena me reconforta. Nuestra acción es "aceptar", dejar hacer a Dios. Lo que se logra al apartar nuestra mirada de las apariencias y abrirnos a la Presencia. Entonces, fijos nuestros ojos en el rostro de Dios que es Su creación, nos sentimos renovados. Sólo ha muerto el hombre viejo con sus achaques y problemas.
No se trata de salvarnos combatiendo nuestras batallas, sino dejarnos abrazar por quien es Padre y Escudo.
Y hay una hermosa consecuencia. El encuentro temido llega. El de la familia, el de los que compartimos idéntica misión, el de los hermanos más próximos. Pero el miedo cede su lugar al amor. Y todo porque después de una noche en que "vió a Dios cara a cara y se sintió libre" ahora puede ver el rostro de Esaú "como si hubiere visto el rostro de Dios".
Ver a Dios es el perfecto bautismo. Lo que nos hace percibir la feliz realidad donde siempre estamos.
Lavar nuestros ojos en la Presencia que nos abraza segundo a instante por toda la eternidad es lo que restaura cualquier familia o situación que hoy aparece dividida.



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